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LOS ADIOSES. El vacío como marca narrativa

7/27/2012 Onetti

LOS ADIOSES. El vacío como marca narrativa Un hombre que llega a las sierras a morir; otro hombre que observa y diagnostica su final. El hombre que muere por mano propia y aquel otro que fracasa ante su verdad. Entre ambos la escritura.

Por:   Caballero Bárbara
 

1.Onetti y la escritura

 

Un hombre que llega a las sierras a morir; otro hombre que observa y diagnostica sufinal. El hombre que muere por mano propia y aquel otroque fracasa ante su verdad. Entre ambos la escritura.

Nada ocurre fuera del texto onettiano.El trabajo es con el propio texto,tanto en la instancia de escritura como de  lectura. Onetti lo supo mejor que nadie, se escribe y se lee adosado al cuerpo textual: Aquel que desnuda  su ser para sumergirse en la soledad del ejercicio narrativo.La ficción no se comprende solamente a partir de las palabras con las que se realiza, por lo tantoel gesto de la escritura onettiana serála ostentación de las estrategias de ese  lenguaje.

Los adioses[1]se presenta como un corte en la narrativa surgida a partir de La vida breve. En 1954 Onetti publica este texto que se aparta de la saga de “Santa María”.Una ciudad de siete letras, un narrador testigo que tima su narración, un hombre innominado y sus dos mujeres, atravesados por la persecución de un deseo, componen el relato.

El texto transita por una zona intermedia donde  no hay un centro ni un afuera que permita anclar el propio texto a determinado campo semántico.Esto se debe principalmente a que Onetti nunca clausura el sentido de sus textos. El sentido es aquello que fluye a través de la escritura y la lectura, abriendo múltiples interpretaciones. Nada se fija en el texto, sino más bien todo prolifera, siendo la ambigüedad[2] el espacio privilegiado de la literatura.

La evasión y la fragmentación contribuyen a que nada pueda ser conocido con una precisión arbitraria. La ambigüedad está por doquier en el texto onettiano, abriendomúltiples líneas de interpretación y sentidos que nunca son unívocos, sino que permanecen en constante mutación a través del acto de lectura.

Al enfrentarnos a Onetti de antemano realizamos un pacto con su escritura. Establecemos un acuerdo donde aceptamos sus reglas y nos entregamos a una lectura signada por la ambigüedad, los puntos de fuga y la fragmentariedad que proponen sus textos.

 

2.La ficción del recorte

 

El narrador aparece en la primera línea del relato advirtiéndonos que esto, es decir, aquello que vamos a leer es de su entera propiedad y está atravesado no solo por su deseo sino también por su saber. Una primera persona que narra e impone su punto de vista, recorta y delimita zonas narrativas que se alejan de cualquier visión panorámica.Incluso este yo puede negar la posibilidad de contar la historia.

Poder y saber articulan esta voz dominante, que a la manera de un velo nos va   descubriendo y cubriendo el relato cuando lo creenecesario. No hay ingenuidad posible en este narrador, y así mismo tampoco en los lectores. Lavoz, la palabra y la historia engañan, la lectura nos exige dos recorridos distintos al perseguir la voz del relato; Pero luego nos damos cuenta de la inutilidad de  nuestra tarea, porquenada, absolutamente nada es definitivo en Onetti. No hay verdad que triunfe porque no hay verdad posible. Y por eso reconocemos que la historia de este fracaso, no es más que otro guiño para el hábil lector onettiano, de que lo que verdaderamente importa es el movimiento narrativo y no el descubrimiento de un sentido final.

El narrador de Los adioses se convierte en el mejor artífice de esta historia. No se consuela con su papel de testigo, sino que a la manera de un artesano, esculpe su materia a partir de un doble movimiento: exhibe y esconde a la vez los hechos con los que construye su relato.

La irrupción de lo extraño, de un otro que se presenta e irrumpe la cotidianeidad es motivo suficiente para que en Onetti se desencadene la narración. El hombre que llega a morir a las sierras instaura un vacío que debe ser llenado. La voz que asume el relato se encarga de reconstruir una historia a partir de fragmentos que se presentan como una totalidad.

Roland Barthes en su libro S/Z al referirse al equívoco en la narración, lo caracteriza como el entrecruzamiento de dos voces que se postulan en igualdad de condiciones. Esta doble entrada para la  interpretación requiere dos lecturas por parte del lector, aquella que el narrador presenta como confiable y aquella otra que es advertida a través de las marcas en la enunciación, que nos señala que debemos apartarnos del sentido primero que nos propone el narrador[3].

El equivoco para Barthes estaría funcionando como una sinécdoque, es decir, que se dice el todo por la parte, pues:                                                                                                                     

 

El discurso (o por procuración el personaje) por un lado avanza, revela, y por otro retiene, oculta; se apresura a impregnar el vacío de lo que calla de la plenitud de lo que dice, a confundir dos verdades diferentes: la de la palabra y la del silencio.[4]

 

La historia le pertenece por completo a este narrador que construye un collage a partir de lo que él mismo recorta, como así también con aquellos recortes que constantemente le llegan. Susprincipales informantes, la mucama y el enfermero, le brindan aquellos fragmentos de la historia que él no consigue ver: Peleas, conversaciones o comentarios que contribuyen a la ambigüedad del relato. Sin embargo, todo discurso que ingresa es intervenido por el narrador. Éste se encarga de diseccionar aquello que sirve de aquello que no. Toda palabra o frase que ingresa permanece como cita y se relativiza aquello que se dice cargándose de indecisión. En el caso de la mucama y del enfermero, ambos discursos son continuamente descalificados justificando de esta manera su mutilación:

 

“Entonces, aquella misma tarde o semanas después, porque la precisión ya  no importa, porque desde aquel momento yo no vi de ellos nada mas que sus distintos estilos de fracaso, el enfermero y la mucama, la Reina, empezaron a contarme la historia del epilogo en el hotel y en la casita, “un epilogo”, pensaba yo, defendiéndome, “un final para la discutible historia, tal como estos dos son capaces de imaginarlo”. (p. 98)

 

El narrador de esta manera desdobla la voz ajena para la economía  de su relato, quién dice y cómo lo dice nunca está librado al azar. Los informantes funcionan en la fragmentación, contribuyen con sus versiones presentándolas como el todo cuando no son más que una parte. Sin embargo el narrador estáatravesado por la seducción de la historia y el deseo hace que se vuelva una necesidad el seguir escuchando estos relatos.

El recorte, la parte o fragmento operan en todos los niveles del relato[5]. El primer plano recorta y aísla la materia a través de la cual este narrador promete un relato que nunca llega, una plenitud que por momentos engaña y que luego será defraudada. Las zonas a recortar entran en relación con los distintos espacios aparentemente vacíos del relato que posibilitan no solo el ingreso de múltiples discursos sino también la multiplicidad de sentidos e interpretaciones. La heterogeneidad se vuelve evidente en cada movimiento narrativo que realiza el texto, de esta manera cada fragmento que ingresa al relato pierde su origen para cruzarse con otros  y confluir en una aparente totalidad.La narración se despoja de su coraza para ubicarse en un lugar desolado, donde no queda más lugar que parael de las propias carencias:

 

“Ella me sonrió mientras encendía otro cigarrillo; continuaba sonriendo detrás del humo y de pronto, o como si yo acabara de enterarme, todo cambió. Yo era el másdébilde los dos, el equivocado; yo estaba descubriendo la invariada desdicha de mis quince años en el pueblo, el arrepentimiento de haber pagado como precio la soledad, el almacén, esta manera de no ser nada. Yo era minúsculo, sin significado, muerto.”(p. 96)

 

Una vez analizada la fragmentariedad del relato, podemos adentrarnos en la cuestión fundamental que a continuación propongo desarrollar en este trabajo.

 

3. La pesquisa vaciada

 

A partir de la estructura fragmentaria de Los adioses interpreto que esta historia carece de un núcleo, de una unidad a la que se la pueda determinar como una totalidad.O mejor dicho, si la historia posee un centro, éste se encuentra vaciado, estallado, desparramado a lo largo del relato. La narración se sustenta en un vacío que no solo la vuelve posible sino que también constituye su razón de ser.

La historia presenta múltiples grietas, incisionesentre los fragmentos que se unen para generar una totalidad que nunca se llena. A partir de un espacio que se disgrega, la narración incide sobre aquellos vacíos que estructuralmente componen el relato. Este narrador que todo lo manipula y recorta se ve obligado a operar sobre los propios puntos ciegos de su historia.

Ante la imposibilidad de conocer con precisión arbitraria ciertos elementos de la historia, se producen determinadas lagunas en elrelato,puntos de incertidumbre que funcionan como huellas en un recorrido siempre ambiguo y equívoco. El narrador, es decir, aquel que detentaba el poder con un conocimiento absoluto sobre el hecho a narrar, se encuentra ante una encrucijada frente a estos puntos de incertidumbre. Sin embargo, logra resolverlos rápidamente gracias a su imaginación. Cualquier gap o punto ciego que aparece va a sercompletado, llenado a partir de conjeturas propias o ajenas, o con cualquier pensamiento que pueda brindar la imaginación: 

 

“Nada en sus movimientos, su voz lenta, su paciencia delataba un cambio, la huella de los hechos innegables, las visitas y los adioses. Esta ignorancia profunda o discreción, o este síntoma de la falta de fe que yo le había adivinado, puede ser recordado con seguridad y creído. Porque, además, es cierto que yo estuve buscando modificaciones, fisuras y agregados, y es cierto que llegue a inventarlos”.(p. 91)

 

Otra vez el texto nos indica de qué manera este narrador está construyendo su relato. La pincelada que realiza deja nuevamente el rastro, una marca reconocible de la escritura. Estas huellas nos señalan hacia dónde se produce la fuga del texto; de qué manera se recorta y se vuelve a colocar ese fragmento. Pero aquello que fue recortado no desaparece, sino que reaparece nuevamente cargado de nuevos sentidos.

Las fugas en el texto siempre son hacia adelante, lo que va a permitir que el mundo que se está narrando y así mismo la historia contada puedan cambiar gracias a este movimiento. El sentido estalla y escapa a través de los propios vacíos del relato. La fuga se vuelve un continuum infinito, lo que permite que ningún sentido pueda cerrarse. Anteriormente mencioné que la narrativa onettiana trabaja a partir de la proliferación de sentidos, oponiéndose radicalmente a cualquier tipo de clausura textual.  Esto hace que cualquier reconstrucción sea imposible[6]. Al no haber nada decisivo toda respuesta o verdad no solo carece de sentido sino que se postula como imposible.

Los puntos de incertidumbre que aparecen en la historia, sirven en tal caso para movilizar la trama, producirnarración. Perose vuelve innecesaria su resolución o mejor dicho, cualquier tipo de respuesta no solo cancelaría sino que también destruiría por completo la narración. De esta manera los vacíos son los engranajes del relato, a partir de ellos el relato crece y prolifera. No importa la resolución del mayor enigma que plantea la historia (¿es su hija?; ¿es su amante?; ¿esa su vez la hija y la amante?).Lo que verdaderamente importa es qué hace el narrador con el enigma, de qué manera se lo apropiay cómo lo utiliza[7]:

 

“Pero toda mi excitación era absurda, mas digna del enfermero que de mí. Porque, suponiendo que hubiera acertado al interpretar la carta, no importaba, en relación a lo esencial, el vínculo que unía a la muchacha con el hombre. Era una mujer, en todo caso; otra.” (p. 122)

 

Por lo tanto, toda pesquisa, cualquier tipo de investigación es defraudada por el relato. No hay luz que ilumine al final del túnel, solo hay relato. El enigma queda suspendido y el narrador no sabe, por lo tanto el lugar del saber también quedará vaciado. El no-saber se vuelve una tensión constante sobre la cual gira la narración, si tenemos en cuenta que desde un comienzo el narrador[8] ocupo el lugar del saber, terminamos por comprender que este lugar fue otra ficción construida por el propio narrador. Por lo cual, éste se posiciona realmente en un lugar vacío,desprovisto de verdad y respuesta.

Es a partir de este primer vacío sobre el cual se parte y a partir del cual constantemente se va elidiendo a través de retrocesos y avances lo central del relato. La ausencia abre un campo de posibilidades inesperadas, además de que las continuas fracturas posibilitan el ingreso del lector y la imbricación de las distintas voces.

Maurice Blanchot en La literatura y el derecho a la muerte[9]  dice que el vacío es lo propio del lenguaje, éste solo comienza con el vacío. No hay  ninguna plenitud que podamos encontrar en él. Aquel que habla siempre se encuentra en desventaja, hay algo de lo que carece y se vuelve imposible su restitución. El ideal de la literatura  se convierte en el siguiente: hablar para no decir nada.

A pesar de eso, el hombre continúa buscando esa plenitud; la ausencia absoluta no consigue desestimar esa búsqueda, sino que la acrecienta. Y es en ese preciso momento, cuando el hombre habla, donde la muerte se hace presente. Ésta es el requisito, la única posibilidad que tiene el hombre para salir de la angustia que implica existir. Todos vemos morir sin advertir que esa muerte también va a ser la nuestra. Será entonces, a partir de este lugar vaciado de existencia y apoyado en la muerte, desde donde el hombre va a narrar. El fin de la narración no solo es la muerte “del hombre”, sino también la del propio narrador. El vacío inicial termina por ser absoluto.Y aquel absoluto que disfrazado de verdad o respuesta quería ser alcanzado, se niega, por lo tanto lo único que queda es la nada.

 

 “Casi sin respirar, miré a la muchacha que inclinaba la cara sobre el conjunto inoportuno, airadamente horizontal, de zapatos, pantalones y sábana. Estuvo inmóvil, sin lágrimas, cejijunta, tardando en comprender lo que yo había descubierto meses atrás, la primera vez que el hombre entró en el almacén —no tenía más que eso y no quiso compartirlo—, decorosa, eterna, invencible, disponiéndose ya, sin presentirlo, para cualquier noche futura y violenta.” (p. 126)

 

Este narrador que se ubicaba en la periferia del mundo (detrás del mostrador) y desde un tiempo indeterminado; al recortar un objeto (el hombre) y hablar  de él, habla para no decir nada. Termina atacando el vacío, el silencio inicial, con un vacío mayor.

 

 

 

 

 

 

Bibliografía

 

 

·        Barthes, Roland, El grado cero de la escritura (1972), México, Siglo XXI, 1996.

·        Blanchot, Maurice, De Kafka a Kafka, México, F.C.E., 1991.

·        Ferro, Roberto. “Los adioses – La infidelidad narrativa” y “Para una tumba sin nombre –El espejo borroneado del narrador” en Onetti/La fundación imaginada 2da Ed., Buenos Aires, Corregidor, 2011.

·        Ludmer, Josefina. “Contar el cuento” en Juan Carlos Onetti, Hugo Verani (Ed), Madrid,Taurus, 1987.

·        Molloy, Silvia. “El relato como mercancía: Los adioses en Juan Carlos Onetti, HugoVerani (Ed), Madrid, Taurus, 1987.

·        Onetti, Juan Carlos, Los adioses, Buenos Aires, Punto de lectura, 2010.

·        Verani, Hugo. “La ambigüedad como factor estético: Los adioses” en Onetti: El ritual dela impostura, Caracas, Monte Ávila, 1981.

 

 

 



[1] Juan Carlos Onetti, Los adioses, Buenos Aires, Punto de lectura, 2010.todas las citas remiten a esta edición.

[2] Dice Maurice Blanchot en  De Kafka a Kafka, México, F.C.E., 1991, pp. 73-75:

La literatura es el lenguaje que se hace ambigüedad. (…)En literatura, la ambigüedad se halla entregada a sus excesos por las facilidades que encuentra y agotada por la amplitud de los abusos que puede cometer. No sólo que cada momento del lenguaje puede ser ambiguo y decir algo distinto de lo que dice, sino que el sentido general del lenguaje es incierto, de él no se sabe si expresa o si representa, si es una cosa o si la significa (…).

[3] Ver Hugo Verani, “La ambigüedad como factor estético: Los Adioses”, enOnetti: el ritual de la impostura. Caracas. Monte Ávila, 1981, p. 137.

[4] Roland Barthes, S/Z, Madrid, Siglo XXI, 1980. P. 136.

[5] Hugo Verani señala la presencia de un narrador que “incita a ensamblar fragmentos de su versión, a recoger sus fugaces alusiones, a diversas y contradictorias realidades” que le permiten manipular  la historia a partir de una mirada premonitoria que todo lo colorea en beneficio de una verdad contada a medias. En Onetti: el ritual de la impostura. Caracas. Monte Ávila, 1981, p. 153.

[6] Ver Josefina Ludmer, “Contar el cuento” en Juan Carlos Onetti, Hugo Verani (Ed), Madrid, Taurus, 1987, p. 145.

[7]Vemos que esto es necesario para la construcción del enigma que plantea la historia. La multiplicidad de discursos y fragmentos que constituyen el relato operan sobre la verdad  dicha por el narrador. La búsqueda de una posible respuesta o verdad definitiva se clausura ya que lo único que construye la historia son verdades a medias, inconclusas e insuficientes para el desciframiento último. A mayor grado de heterogeneidad mayor  será  la dificultad  a la hora de  nombrar una respuesta.

[8] Comienza el texto diciendo:

Quisiera no haber visto del hombre, la primera vez que entró en el almacén, nada más que las manos; lentas, intimidadas y torpes, moviéndose sin fe, largas y todavía sin tostar, disculpándose por su actuación desinteresada[ …]

Quisiera no haberle visto más que las manos, me hubiera bastado verlas cuando le di el cambio de los cien pesos y los dedos apretaron los billetes, trataron de acomodarlos y, en seguida, resolviéndose, hicieron una pelota achatada y la escondieron con pudor en un bolsillo del saco; me hubieran bastado aquellos movimientos sobre la madera llena de tajos rellenados con grasa y mugre para saber que no iba a curarse, que no conocía nada de donde sacar voluntad para curarse. [ …] (p . 51)

[9]Maurice Blanchot, en  De Kafka a Kafka, México, F.C.E., 1991, pp. 25-50.