Debo comenzar mis palabras con un desvío y con una confesión.
Ante todo el desvío, lo que me propongo examinar aquí es una curiosa derivación terminológica que se produce durante el reinado de Alfonso el Sabio y que afecta a la misma fijación de la voz «literatura» que, sin duda, no se hubiera concebido sin la construcción del orden de la «historia»...
I – Algunas reglas del juego
El señalamiento de una tensión entre escritura y vida en Julio Cortázar es un lugar común compartido por la crítica literaria, la historia de la literatura y las diversas formas del periodismo cultural, que más allá de los matices considerados en cada oportunidad, aparece como una evidencia incontrovertible; los fundamentos que la avalan parten de una certeza asentada en la garantía que otorga la nitidez con que se advierten notables diferencias entre los imperativos que articularon el campo de su poética literaria, por una parte, y los imperativos que fueron constituyendo su postura social y política, por otra.
Continúa...
No soy una experta en la obra de Libertella. Soy, sí, una persona obsesionada con Libertella; atravesada por él.
Hace una década, mientras cursaba una materia de la Maestría en Estudios Literarios de UNTREF, un profesor nos dio para leer El árbol de Saussure. Una utopía. El texto se me escurría. Ahí, en el ghetto, las palabras no se quedaban quietas. La literatura de Libertella tenía derivas, movimiento; me perdía en esa escritura fuera de sí que desandaba la lengua, que trazaba un camino y lo desplazaba en el mientras tanto. Me iba del libro a otros textos, a imágenes, a la música; y siempre volvía. Quería hacer algo con El árbol pero aún no sabía qué. Había en esas páginas un hermetismo expansivo, una multiplicidad de sentidos que evidenciaba las arborescencias que la literatura es capaz de convocar cuando todo parece cerrarse.
Acabo de leer Donde termina la lluvia, de mi excompañero de facultad y entrañable amigo Norberto Gugliotella. Leí la novela con una fruición que extrañaba, con una rapidez desmedida, no por simpleza en su escritura sino por su trama atrapante, que convoca, conmueve, interpela.
Un lector salteado que se muestra y que se oculta entre sus páginas es el que permite Leer levantando la cabeza de la escritora argentina María Claudia Otsubo; así, aquel del lento venir viniendo se entrega a un juego encadenado de escritura, de lectura de textos de escritoras y escritores, de memorias, de viajes, de música, de colores, de fragmentos, de olor a Buenos Aires ó a mar, la playa de Imbassai, al norte de Brasil.
“La vida de la vida de la poesía” como una inquietud que Héctor Hernández Montecinos destacaba en un texto suyo aún inédito. A simple vista, la puerta de entrada a un mundo fascinante y espléndido: una vida tras bambalinas de la poesía.
Mercedes Halfon escribe El trabajo de los ojos. Por otra parte, protagoniza y codirige, junto a Laura Citarella, Las poetas visitan a Juana Bignozzi. Este archivo que reordena con la mirada nos remite a la figura del ojo heredado en una doble dimensión: la herencia familiar del estrabismo (y sus efectos) y la herencia de Bignozzi. Me interesa abordar en estas escrituras ópticas cómo circula la herencia a partir del análisis del inconsciente óptico (Benjamin, 2015) y qué remisiones y fugas entre texto y film pueden iluminar los modos de ver de Halfon como una inversión del ojo soberano, como una anti-biografía, de cómo puede escribirse la historia de una vida a partir de la figura del desvío del ocularcentrismo (Prósperi, 2019).
23 y 24 de octubre. MALBA
Entrada libre y gratuita
El título de esta novela es un incentivo para despertar el interés del posible lector, puesto que promueve la curiosidad por saber qué podría ocurrir en ese brevísimo lapso de tiempo que no es instantáneo, pues abre un espacio cronológicamente exiguo, pero suficiente para poder asistir a un acontecimiento.
I.
Dios
Solo este cuerpo
para estar
entre la sombra de los árboles
en la intimidad del agua
La noche pareciera ser el momento predilecto del día para dar lugar a las historias de terror, y este caso no es la excepción. Leonardo Oyola ya no sorprende, pero esto no debe tomarse como una queja o un desprecio hacia cierta falta de originalidad. En Hacé que la noche venga, el autor recupera varios elementos de sus novelas previas y los pone a dialogar como sólo él sabe hacerlo, al ritmo de la improvisación propia de los músicos de jazz que se juntan para divertirse y hacer arte.
Memoria, escritura y genealogía, una entrevista a Tununa Mercado
Denise Pascuzzo
Denise: La primera pregunta tiene que ver con la génesis de los textos y en relación a la coyuntura de escritura, al acto de escribir. Quisiera que me comentes algo respecto de los tiempos de edición y escritura de los libros. El primer libro es Celebrar a la mujer como a una Pascua (1967), y luego se produce un salto hasta 1988. Más allá de las fechas de edición, ¿cómo viviste la escritura en aquellos años? ¿Podría decirse que continuó la escritura en esos años y el fruto de ese trabajo puede verse en 1988? ¿Cómo fue esa escritura? Publicaste con Jorge Álvarez en 1967 el libro mencionado y Canon de Alcoba aparece en los ochenta. ¿Vos seguiste escribiendo en todos esos años?