Las huellas del porvenir: postales de una voz incesantemente repetida

La novela Los borradores de Macedonio (Una casi novela sin final) de Roberto Ferro parece esgrimir una poética de los restos. Allí el  narrador será el encargado de ir en busca de esos retazos, más o menos visibles, más o menos velados, que fragmentariamente forman parte de un conjunto de elementos que nunca alcanzará una totalidad acabada. El narrador se constituye en perseguidor a la vez de fantasmas y de textos, dos elementos acaso equivalentes en términos de su carácter espectral.

La novela Los borradores de Macedonio (Una casi novela sin final) de Roberto Ferro parece esgrimir una poética de los restos. Allí el  narrador será el encargado de ir en busca de esos retazos, más o menos visibles, más o menos velados, que fragmentariamente forman parte de un conjunto de elementos que nunca alcanzará una totalidad acabada. El narrador se constituye en perseguidor a la vez de fantasmas y de textos, dos elementos acaso equivalentes en términos de su carácter espectral.

En la novela, crítica y ficción no se encuentran escindidas, sino que se traman conformando una misma instancia, confluyendo en un mismo devenir. De ese modo el texto ficcionaliza una operación crítica en torno de la obra de Macedonio Fernández, acto que lleva a cabo la afirmación del escritor que por cierto aparece como cita en la novela: “Yo no doy personajes locos, doy lectura loca y precisamente con el fin de convencer por arte y no por verdad”.

La novela se estructura a partir de dos series que se van enlazando y sucediendo alternativamente. El narrador es un crítico investigador en una serie y una especie de lector-escucha de un relato en la otra. En esta última, a partir del diálogo que mantiene con su compañero de habitación en un hospital, un imitador que ha desarrollado su oficio en el Circo Sarrasani y en “El Chantecler”, iniciará la pesquisa alrededor de unos documentos asociados con la escritura de Macedonio Fernández.

Lo opaco, la bruma, la dificultad de la visibilidad son motivos que como resonadores recorren toda la novela y que van en la dirección, entre otros elementos, de una puesta en cuestión del realismo como poética, preocupación del propio Macedonio Fernández, pero que se presenta también en un autor como Onetti, al que se alude en la novela en más de una ocasión. Así es que no hay modo de acceder a una percepción del mundo a través de una visibilidad sin obstáculos. Este aspecto se pone de manifiesto en un motivo que se torna recurrente en la novela. La ventana, abertura por antonomasia a través de la cual se ve el mundo, siempre presenta dificultades para que se produzca la visión hacia el exterior. En todo momento se encontrará oscura, con vapor, con persianas o cortinados. Asimismo, a propósito del realismo, el reflejo se dispersa y pierde su unidad porque se produce a través de un “espejo hecho trizas”. Por otra parte, la mirada se presenta como una operación compleja, no inmediata sino mediada por dispositivos como mirillas, persianas, ventanas con cortinados. Además la visión queda asociada con la lectura o, en otros términos, leer es una de las formas de la mirada. Así, letra e imagen, escritura y fotografía conforman registros que se presentan permanentemente en cruce.  La lectura se torna una búsqueda de lo que permanece olvidado, de lo que está oculto o velado. Leer es poder visualizar la figura que se entreteje en el tapiz, lo que se conforma como urdimbre detrás de una trama. Leer es entrever lo que se encuentra por debajo, pero no por eso se configurará como un sentido único a ser develado o descifrado, sino como un conjunto conformado por una multiplicidad de líneas de sentido.  

En una postal, motivo con el que se insiste en la novela, confluyen fotografía y escritura, letra e imagen como modos de registro, como marcas de una ausencia y como huella presente y experiencia de un tiempo que fue, pero que ocurre en un presente de la vivencia del que lee y que ve, y a través del recuerdo en términos proustianos: “…a partir de la vivencia presente (…) recuperamos un momento intenso de algún pasado ya relegado al olvido…” Asimismo, como la misma novela lo menciona, la figura en el tapiz es algo a ser interpretado o visualizado y que se encuentra por debajo de la trama visible pero se establece a partir de un velamiento. Se compone como un devenir de sentidos incesantes e inacabados, como proceso y no como resultado, como los “borradores”, esa escritura que se define y redefine como un hacerse en construcción y hacia un porvenir.  Ver y decir se presentan en el texto como dos verbos que vehiculizan el cruce permanente de esos dos registros: “Espío, fisgoneo, me propongo ver […] algo más de lo que dice” (p.224).

Por su parte, la memoria y el recuerdo en la novela no se traman sino a través de un relato que nunca reflejará lo vivido, sino que el recuerdo será “un compuesto heterogéneo” en el que “la evocación de las vivencias del pasado se sobreimprime y confunde con las representaciones vislumbradas en la lectura de  novelas, con la intensidad con que se fijan las imágenes cinematográficas, o con la perseverancia de los sustratos oníricos latentes o manifiestos”. La memoria siempre cobra la forma de un relato, y por eso mismo es falsaria; forja los recuerdos sirviéndose de la ficción, o en todo caso, los recuerdos vividos siempre se unirán a otros materiales para configurarse en forma de relato.

Novela, al mismo tiempo autobiografía, por qué no ensayo o artículo crítico, Los borradores de Macedonio… explora sobre su propia condición en términos de género pero también elucubra a lo largo de toda su extensión sobre temas y elementos asociados con la teoría y la crítica.

El hallazgo del narrador en la ficción de unos documentos  que registran la escritura de Macedonio contribuyen a dar cuenta de esa existencia y reaseguran el porvenir y la perpetuidad en tanto potenciales múltiples lecturas. Pensar la escritura de Macedonio como un borrador contribuye a pensarla en su carácter inacabado y promisorio, en atender a esa literatura como acervo de innumerables derivaciones, existentes y potenciales.  

    Denise Pascuzzo nació en Buenos Aires, el 4 de enero 1982. Licenciada en Letras por la UBA e integrante del Instituto de Literatura Hispanoamericana. Es investigadora de la Universidad de Buenos Aires, participa en el grupo “Literatura Latinoamericana y visualidad” y en proyectos dirigidos por Gustavo Lespada y Andrea Ostrov. Organiza junto a Silvana Lopez, jornadas de literatura sobre escritores argentinos, que se realizan en el MALBA desde el 2012.

DESTACADOS

¿Puede una IA escribir con la profundidad de un ser humano o hacer literatura?

Llevo días escuchando dos palabras como si fueran un mantra que define a la IA, conceptualmente distorsionados y desemboca en conclusiones equívocas.

Las palabras: algoritmo y probabilidad.

Algunos datos técnicos no vienen mal para acercar la comprensión sobre qué es la IA.

Imaginen tener una agenda, que tiene solapas con el alfabeto (se ven en librerías de papel), hay una búsqueda con ese criterio alfabético. Ahora, dentro de cada letra, otra agenda, de nuevo con la organización alfabética, y dentro de esta otra, y así. Para una búsqueda dentro de esta organización,  igualmente con el criterio de orden alfabético (espero estén advirtiendo la dificultad de recorridos), siempre empezando desde la A y abriéndose camino en las diferentes agendas, unas dentro de otras; un árbol de datos. Esto es un algoritmo que con la velocidad actual de los chips no parece complicado. Sumemos la predicción: la probabilidad que habiendo entrado con una letra, la próxima sea alguna determinada. Por ejemplo, entro con una consonante, hay más probabilidad que la próxima sea una vocal. Con ello empiezo una búsqueda ahorrando entrar por consonantes y con eso reduje el “camino” a 5 vocales. Es un ejemplo algo burdo, pero ilustra las dos palabras: algoritmo y probabilidad. Los algoritmos de búsqueda están muy afinados a raíz de la tecnología blockchain de las Criptos.

PERSONAJES

Los ritos ardientes de Julio Barco por Nicolás López Pérez

En esta presentación, además del material del poeta Julio Barco, convocante, provocativa, inspiradora, destaco el trabajo del escritor, crítico, abogado Nicolás López Pérez, su generocidad lo antecede. Ya tenemos en nuestra revista exhaustivos comentarios sobre la obra de ambos, además de colaboradores desde otros países.

La obra de Julio Barco nunca se despide de la vieja Lima, instaura una actitud permanente de traza del nuevo siglo y el antiguo, con una poética de rememoraciones, melancolía, causas, amores, lugares, una danza procaz apasionada y en estado permanente de exhorbitancia poética con una estrategia de seducción de voz y cuerpo, conseciones al discurso y estética del nuevo y viejo esquema de tributo a su época la Internet.

Leemos a Nicolás Lóepez Pérez, en este trabajo crítico sobre su obra.

 

DRAMATURGIA

Bajo un manto de estrellas de Manuel Puig por Ana Abregú

“Una especie de solidaridad tácita une a los extraviados y a los solitarios”

“Una revolución en las costumbres” en Bye-Bye, Babilonia, crónicas de Nueva York, Londres y París.

 

 

En esta obra se siente “una especie de solidaridad entre extraviados”, “es exactamente como lo imaginé”, se dirá recursivamente en la obra. La frase describe el sino de la época: la educación sentimental  provenía de escuchar la novela radial; el relato se reconfiguraba en el oyente, punto en común entre las clases: la pareja mayor, dueños de estancia; la pareja de misteriosos visitantes, adultos; y la niña de la casa, adoptada; revelan los sueños que nacieron en la era de las telenovelas y su influencia como parte de la penetración cultural que accionan el hecho constructivo del imaginario y los desvíos que propone el foco en la ilusión, en un ambiente endogámico que detona con diversas resonancias. El relato oído alimenta un romanticismo en el que cada personaje fantasea e imagina el objeto del deseo.

 

Las Bingueras de Eurípides de Ana López Segovia por Ana Abregú

Suerte, risas y mucho bingo. ¡Prepárense para gritar '¡Bingo!'! La emoción del dabber.

[Lema popular]

 

Divertida propuesta que remite a diversos estilos teatrales, así como referentes eclécticos.

Dionisia –Mar Bell Vazquez–, mito griego, baja a la tierra; y como el primigenio, se aboca a remover la estructura social conmoviendo la forma tradicional de subyugación de mujeres. Dionisio toma cuerpo de mujer para acompañar el proceso de empoderamiento. Eco entre formatos que se extienden entre géneros de humor basado en la expresividad corporal y diálogo punzante.

(Foto tomada de Internet)

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