Una vuelta a lo imposible en cuatro cuentos de Silvina Ocampo

Demos por hecho que hay crueldad en los cuentos de Silvina Ocampo, pero ¿cómo aparece?

Voy a poner cuatro de sus cuentos en la mira, “La casa de los relojes”, “La boda”, “Cielos de claraboyas” y “Las fotografías”, pero pienso en tantos otros.

En ellos hay un elemento común que es cierta inverosimilitud. ¿Por qué “cierta inverosimilitud”? Porque en el contexto de verosimilitud realista en que opera la narración, aparece un rasgo, y no más que uno, que rompe el realismo. Ese rasgo de inverosimilitud es, tal vez, lo que los hace aparecer como cuentos extraños o fantásticos.

Revisemos ese rasgo en cada caso. En “Cielo de claraboyas” aparece ostensiblemente: la voz narradora, que podría ser la de una niña pequeña, cuenta un asesinato (una cuidadora que mata a una nena) según lo vio ocurrir a través de un cielo raso de vidrio. El juego de la historia contada por los pies y el roce de las faldas, ese corrimiento del foco, la cotidianeidad de las escenas y del recuerdo en el que se enmarca el relato, no esconden la característica que hace estallar la verosimilitud: no existe tal cielo de claraboyas desde donde espiar la vida de los vecinos.

En “La casa de los relojes”, “La boda” y “Las fotografías”, el rasgo inverosímil estaría menos marcado. En el primer relato, el jorobado dueño de la relojería del pueblo es planchado literalmente por sus vecinos (este hecho no se muestra en escena, pero se hace evidente en el contexto), que buscan, en la embriaguez de fiesta, alisarle la giba. La muerte del jorobado también se presenta de modo ob-sceno a la comprensión del lector que está habilitado a vislumbrar más allá de lo que la joven voz narradora dice.

En “La boda”, la muerte de una novia se produce como consecuencia posible de la picadura de una araña de jardín escondida en su rodete; y, en “Las fotografías”, una chica muere en su cumpleaños tal vez por el calor, tal vez por el descuido de los presentes quienes sólo se ocupan de conseguir buenas fotografías.

En estos cuatro relatos, la muerte ocurre y las causas son más o menos ridículas o improbables. Inverosímiles. Es en esos rasgos, sin duda, donde los cuentos de Silvina Ocampo se vuelven más bellos, pero también más crueles.

Empecemos por la belleza que reside en ese descubrimiento de su narrativa: estos no son relatos del absurdo, lo absurdo no aparece para descolocar al lector o para motivar la reflexión, aparece como si fuera producto de un descuido de la narración.

Tampoco son relatos fantásticos donde lo extraño surge e incómoda porque sugiere algo que no se pensó antes acerca de la realidad extraliteraria, algo que despierta dudas. Ningún lector esperará encontrar estos rasgos en una vuelta de la realidad. Ningún planchamiento de joroba, ni cielo de claraboyas.

Pero no son cuentos ridículos, son cuentos de una gravedad que, yo diría, tienen como objetivo provocar la angustia en el lector. Son por eso mismo, relatos perversos, además de ser relatos, algunos de ellos, sobre la perversión.

Aquí aparece la crueldad, pero no como el relato minucioso de una tortura, sino como derivado o subproducto de la lectura, una vez que “limpiamos” al relato del rasgo inverosímil, una vez que ubicamos lo que sabemos que es imposible (ridículamente imposible, despreocupante en su imposibilidad), sólo nos queda lo angustiante (que ya no sé si llamar cruel) desnudado de contexto, paradigmático casi, verosímil en su totalidad.

Me resulta importante que ese otro elemento que llamé “rasgo inverosímil” se reconozca como hecho imposible. Bataille, al hablar de Sade, se refiere a lo “imposible” no como lo que no se puede hacer en términos naturales o físicos, sino en términos de posibilidad “moral”. Esa imposibilidad es una posibilidad a la que se ¿teme? llegar, un límite que no se traspasa (excepto que uno fuera Don Juan o Sade).

En estos relatos de Silvina Ocampo, ese límite no se ha traspasado tanto como se ha corrido o desubicado. No reside ya en “lo que oculta nuestro corazón y que hace que los límites, todos los límites, sean sobrepasados” (Bataille, p. 268), sino que pasó a ser un límite en los rasgos de verosimilitud de la narración que sus relatos, o sus narradores, cruzan, superan.

Y esto en un corrimiento mínimo, únicamente el prefijo “in” se ha trasladado de la raíz “posible” a la raíz “verosímil” y el resultado no es otro que la total “posibilidad” para la crueldad y el asesinato.

Bataille dice de Sade: “Esa áspera sed de asesinato voluptuoso” (p. 267). Esa imagen no es ajena a estos relatos donde “La mayoría [de las personas], evidentemente, no llega al fondo, pero no es posible hacer que nadie lo haga. Se inicia así el inacabable diálogo entre el que se atreve y los que no se atreven; estos último se enfrentan a su vez en dos coros, que en ocasiones se confunden: el primero fascinado por el horror, el segundo execrando el crimen con furia” (Bataille, p. 269).

Es precisamente en la forma coral (la familia, los vecinos, los amigos) donde los relatos de Silvina Ocampo expresan, en constante oscilación, la incitación y el repudio a la crueldad, la incitación y el repudio al crimen, en fin, una sed voluptuosa, una fascinación.

 

***

 

Bataille, G. “Sade, 1740-1814” en La felicidad, el erotismo y la literatura. Adriana Hidalgo editora. Buenos Aires: 2015

 

    Nació en Adrogué, en la zona sur del conurbano bonaerense, en 1984 y fue donde escribió por primera vez en una revista, el pasquín literario Mitin, de producción independiente. Más adelante empezó a publicar algunos textos en su blog, http://fragmentosdecosasincompletasdehecho.blogspot.com.ar/, y luego también en http://juliamilanese.wordpress.com/ donde actualmente sube sus artículos. Está terminando la carrera de Letras en la UBA y es colaboradora en la revista de viajes, Roomin.

DESTACADOS

¿Puede una IA escribir con la profundidad de un ser humano o hacer literatura?

Llevo días escuchando dos palabras como si fueran un mantra que define a la IA, conceptualmente distorsionados y desemboca en conclusiones equívocas.

Las palabras: algoritmo y probabilidad.

Algunos datos técnicos no vienen mal para acercar la comprensión sobre qué es la IA.

Imaginen tener una agenda, que tiene solapas con el alfabeto (se ven en librerías de papel), hay una búsqueda con ese criterio alfabético. Ahora, dentro de cada letra, otra agenda, de nuevo con la organización alfabética, y dentro de esta otra, y así. Para una búsqueda dentro de esta organización,  igualmente con el criterio de orden alfabético (espero estén advirtiendo la dificultad de recorridos), siempre empezando desde la A y abriéndose camino en las diferentes agendas, unas dentro de otras; un árbol de datos. Esto es un algoritmo que con la velocidad actual de los chips no parece complicado. Sumemos la predicción: la probabilidad que habiendo entrado con una letra, la próxima sea alguna determinada. Por ejemplo, entro con una consonante, hay más probabilidad que la próxima sea una vocal. Con ello empiezo una búsqueda ahorrando entrar por consonantes y con eso reduje el “camino” a 5 vocales. Es un ejemplo algo burdo, pero ilustra las dos palabras: algoritmo y probabilidad. Los algoritmos de búsqueda están muy afinados a raíz de la tecnología blockchain de las Criptos.

PERSONAJES

Florecidos miles de estallidos

Sergio Ojeda Barías, Berlín. Santiago de Chile: Mago Editores, 2024.

[Un libro de Sergio Ojeda Barías (Puerto Natales, 1965) es un acontecimiento en este siglo. De Pedazo de mundo (2000) a Tardanza del fuego (2007), Berlin es un libro introspectivo, para celebrar, para transitar entre los poemarios escritos reescribiéndolos. Este poeta chileno crea campos magnéticos en que las palabras vibran y los cuerpos también. Berlin es un libro de la esperanza, de una vida por delante, de una obra como horizonte].

La primera vez que tuve noticias de Sergio Ojeda Barías fue en 2016. Eran mis años de la avidez literaria, tenía varios cuadernos de proyectos de poemas, no conocía a nadie que publicara ni que enloqueciera con la literatura. MAGO Editores publicitaba unos talleres de poesía semanales impartidos por el referido. No recuerdo exactamente el día, pero después de la oficina, tenía esa reunión de poesía, un ese espacio vista Pio Nono (la vereda desde la que estuve mirando por más de un lustro), Piso Diez, como la altura en la que se desarrollaba, fue el nombre que Max González le dio al taller. Recuerdo a otros talleristas, Cristian y Francisco. Nunca más los volví a ver: uno parecía un buen lector de poesía y literatura chilena y el otro trabajaba como captador de clientes en una ISAPRE. Yo había tenido la experiencia de talleres en la SECH (Sociedad de Escritores de Chile), pero estaba lejos de una voz poética (¿lo sigo estando?).

 

 

DRAMATURGIA

Bajo un manto de estrellas de Manuel Puig por Ana Abregú

“Una especie de solidaridad tácita une a los extraviados y a los solitarios”

“Una revolución en las costumbres” en Bye-Bye, Babilonia, crónicas de Nueva York, Londres y París.

 

 

En esta obra se siente “una especie de solidaridad entre extraviados”, “es exactamente como lo imaginé”, se dirá recursivamente en la obra. La frase describe el sino de la época: la educación sentimental  provenía de escuchar la novela radial; el relato se reconfiguraba en el oyente, punto en común entre las clases: la pareja mayor, dueños de estancia; la pareja de misteriosos visitantes, adultos; y la niña de la casa, adoptada; revelan los sueños que nacieron en la era de las telenovelas y su influencia como parte de la penetración cultural que accionan el hecho constructivo del imaginario y los desvíos que propone el foco en la ilusión, en un ambiente endogámico que detona con diversas resonancias. El relato oído alimenta un romanticismo en el que cada personaje fantasea e imagina el objeto del deseo.

 

Las Bingueras de Eurípides de Ana López Segovia por Ana Abregú

Suerte, risas y mucho bingo. ¡Prepárense para gritar '¡Bingo!'! La emoción del dabber.

[Lema popular]

 

Divertida propuesta que remite a diversos estilos teatrales, así como referentes eclécticos.

Dionisia –Mar Bell Vazquez–, mito griego, baja a la tierra; y como el primigenio, se aboca a remover la estructura social conmoviendo la forma tradicional de subyugación de mujeres. Dionisio toma cuerpo de mujer para acompañar el proceso de empoderamiento. Eco entre formatos que se extienden entre géneros de humor basado en la expresividad corporal y diálogo punzante.

(Foto tomada de Internet)

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