A la deriva [1]

Las lecturas, algunas lecturas, perduran. A diferencia de otras, lo hacen con una resonancia distintiva, que captan desde el inicio mi atención, sin necesidad del esfuerzo que demanda la concentración, sin que intervenga la voluntad para seguir el rumbo de la voz sobre las líneas leídas.

María Claudia Otsubo.

 

No soy especialista en nada vinculado con las letras, salvo por esta vocación o necesidad imperiosa que me lleva a escribir. Lamento moverme por muchos de sus senderos solo por la intuición. Lo lamento porque, como frente a una buena pintura o un buen trozo musical, seguramente poseer cierto back up me permitiría disfrutar aún más. Pero cuando disfruto, disfruto.

Por lo que pocas veces me atrevo a formular preguntas. Prefiero ser testigo admirado de las observaciones o comentarios que brotan luego de las lecturas, de esos debates que a veces, otras no, aportan a lo escuchado.

Pero regreso al disfrute, a esa intensidad que me compromete y me hace estar presente por entero; no es casual que fuera en la mesa que en su primer tramo se refirió al Cortázar poeta, expuesto tanto por Guillermo Saavedra como por Gustavo Lespada.

Primero fue el regocijo al descubrir que se repetían esas palabras tan íntimas sobre el modo en que JC escribe sobre Keats. Guillermo volvía, quizás sin saberlo, a lo referido por Luis Gusmán la noche anterior cuando ya en los finales de un día intenso, en el que habían sobrevolado las palabras que remitían a tantas cosas sobre Cortázar, dijo –más o menos, no es una cita ni intenta serlo– Julio salió a pasear con Keats. Claro que lo dicho no era propio, el mismo Cortázar lo había contado –casi como si pudiera oírlo– antes de ponerse a dialogar con el poeta. Pero Gusmán lo vuelve a contar y Guillermo hace lo mismo, como si en el gesto ambos dijeran estar de acuerdo, además, con ese exceso de pedantería que provocan tantas citas.

El regocijo de escucharlo a Guillermo, entonces, fue doble: todo se condensaba en esa imagen, los dos escritores, ambos del brazo. ¡Qué puede haber más intenso que ese “andar a su lado”! parecían que querían decirnos, cada uno a su modo, con el mismo amoroso trato.

Luego llegó esa otra imagen. Y me refiero aquí a la lectura de Guillermo, en este desorden de los párrafos que se anudan –como los sentimientos– como pueden. Una imagen que empezó a dibujarse sin que me diera cuenta al principio (cuando lo supe, ya había perdido varias de las pistas por el camino y el lápiz solo pudo atesorar algunas en un intento desaforado por no perder la idea).

Esa otra imagen fue la de un barco o lo que tuviera que ver con él. Las palabras pronunciadas, y que como un pescador ávido comencé a atrapar sobre el papel, iniciaron pronto una hilera desprolija sobre la hoja: barco, desplazar, proa, navegar, puertos, libertad, curso, es necesario navegar… Como dije, seguramente muchas más en el antes perdido y en el después distraído de mi descubrimiento. Alguna vez, me animaré a pedir el texto para bucear, vale el término, las profundidades de esa lectura.

Comencé a pensar (no debía olvidar que él se había ido del brazo con Keats) si leer a Julio no sería eso, subirse a un barco y salir a navegar. ¿Podría también ahí instalarse el deseo del que habló Gustavo Lespada? ¿No es eso, esa cierta incertidumbre que provoca el dejarse llevar por el impulso de las velas henchidas al viento? ¿Cómo evitar esa desazón que provoca el horizonte sin orillas? ¿Qué melancolía se anuda al corazón en el tránsito incierto que nos conduce a otro destino, que precisó para eso del abandono de algún puerto? ¿Qué es esa zozobra que confundimos con mareo?

Zozobra, varias veces pronunciaron esa palabra. Y me pregunté: Ese ir hacia lo otro, esa deriva que se propone ¿no es acaso el acto de lectura?

Discurrir de ideas imposibles de exponer en un encuentro de muchos, me desplazo entonces a una conversación de intimidad para agradecer este poder pensar en un salir a navegar con Cortázar. Como él mismo dice no hay estancos, no hay instancias separadas, no se pasea y se disfruta luego. Es al mismo tiempo lectura y goce, goce y lectura. Sin mucho más que eso.

Gracias por tan hermosas imágenes.

Jornadas de Julio Cortázar, MALBA en fotos, día 1:

https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10155956572663861&l=4e4bcbecc4

Jornadas de Julio Cortázar, MALBA en fotos, día 2:

https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10155958477873861&type=1&l=f221ea94ef 

 

Inauguración Jornadas Julio cortázar, Roberto Ferro y Noé Jitrik

 

 Mario Golobof: "La política en Cortázar"

 

 

Alejandra Torres, "Julio Cortázar: Literatura y visualidad"

 

Florencia Abbate: "Cortázar y la apuesta por el presente"

 

 




DESTACADOS

¿Puede una IA escribir con la profundidad de un ser humano o hacer literatura?

Llevo días escuchando dos palabras como si fueran un mantra que define a la IA, conceptualmente distorsionados y desemboca en conclusiones equívocas.

Las palabras: algoritmo y probabilidad.

Algunos datos técnicos no vienen mal para acercar la comprensión sobre qué es la IA.

Imaginen tener una agenda, que tiene solapas con el alfabeto (se ven en librerías de papel), hay una búsqueda con ese criterio alfabético. Ahora, dentro de cada letra, otra agenda, de nuevo con la organización alfabética, y dentro de esta otra, y así. Para una búsqueda dentro de esta organización,  igualmente con el criterio de orden alfabético (espero estén advirtiendo la dificultad de recorridos), siempre empezando desde la A y abriéndose camino en las diferentes agendas, unas dentro de otras; un árbol de datos. Esto es un algoritmo que con la velocidad actual de los chips no parece complicado. Sumemos la predicción: la probabilidad que habiendo entrado con una letra, la próxima sea alguna determinada. Por ejemplo, entro con una consonante, hay más probabilidad que la próxima sea una vocal. Con ello empiezo una búsqueda ahorrando entrar por consonantes y con eso reduje el “camino” a 5 vocales. Es un ejemplo algo burdo, pero ilustra las dos palabras: algoritmo y probabilidad. Los algoritmos de búsqueda están muy afinados a raíz de la tecnología blockchain de las Criptos.

PERSONAJES

Florecidos miles de estallidos

Sergio Ojeda Barías, Berlín. Santiago de Chile: Mago Editores, 2024.

[Un libro de Sergio Ojeda Barías (Puerto Natales, 1965) es un acontecimiento en este siglo. De Pedazo de mundo (2000) a Tardanza del fuego (2007), Berlin es un libro introspectivo, para celebrar, para transitar entre los poemarios escritos reescribiéndolos. Este poeta chileno crea campos magnéticos en que las palabras vibran y los cuerpos también. Berlin es un libro de la esperanza, de una vida por delante, de una obra como horizonte].

La primera vez que tuve noticias de Sergio Ojeda Barías fue en 2016. Eran mis años de la avidez literaria, tenía varios cuadernos de proyectos de poemas, no conocía a nadie que publicara ni que enloqueciera con la literatura. MAGO Editores publicitaba unos talleres de poesía semanales impartidos por el referido. No recuerdo exactamente el día, pero después de la oficina, tenía esa reunión de poesía, un ese espacio vista Pio Nono (la vereda desde la que estuve mirando por más de un lustro), Piso Diez, como la altura en la que se desarrollaba, fue el nombre que Max González le dio al taller. Recuerdo a otros talleristas, Cristian y Francisco. Nunca más los volví a ver: uno parecía un buen lector de poesía y literatura chilena y el otro trabajaba como captador de clientes en una ISAPRE. Yo había tenido la experiencia de talleres en la SECH (Sociedad de Escritores de Chile), pero estaba lejos de una voz poética (¿lo sigo estando?).

 

 

DRAMATURGIA

Bajo un manto de estrellas de Manuel Puig por Ana Abregú

“Una especie de solidaridad tácita une a los extraviados y a los solitarios”

“Una revolución en las costumbres” en Bye-Bye, Babilonia, crónicas de Nueva York, Londres y París.

 

 

En esta obra se siente “una especie de solidaridad entre extraviados”, “es exactamente como lo imaginé”, se dirá recursivamente en la obra. La frase describe el sino de la época: la educación sentimental  provenía de escuchar la novela radial; el relato se reconfiguraba en el oyente, punto en común entre las clases: la pareja mayor, dueños de estancia; la pareja de misteriosos visitantes, adultos; y la niña de la casa, adoptada; revelan los sueños que nacieron en la era de las telenovelas y su influencia como parte de la penetración cultural que accionan el hecho constructivo del imaginario y los desvíos que propone el foco en la ilusión, en un ambiente endogámico que detona con diversas resonancias. El relato oído alimenta un romanticismo en el que cada personaje fantasea e imagina el objeto del deseo.

 

Las Bingueras de Eurípides de Ana López Segovia por Ana Abregú

Suerte, risas y mucho bingo. ¡Prepárense para gritar '¡Bingo!'! La emoción del dabber.

[Lema popular]

 

Divertida propuesta que remite a diversos estilos teatrales, así como referentes eclécticos.

Dionisia –Mar Bell Vazquez–, mito griego, baja a la tierra; y como el primigenio, se aboca a remover la estructura social conmoviendo la forma tradicional de subyugación de mujeres. Dionisio toma cuerpo de mujer para acompañar el proceso de empoderamiento. Eco entre formatos que se extienden entre géneros de humor basado en la expresividad corporal y diálogo punzante.

(Foto tomada de Internet)

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