Ring 41

Estas crónicas no pretenden ser la pintura realista ni de un vivencia ni de una Berlín, sino la mirada alucinada de alguien que fue llevada desde una Buenos Aires ‘in distress’ a vivir a la ciudad del muro y que se encontró, contra todas sus expectativas, con ‘la ciudad del Muro’ todavía flotando entre 1989 y los ‘90. Aunque ese anacronismo también sea una alucinación traída desde Argentina.

 

Vi dos en la puerta del edificio, al menos siete u ocho en la cuadra que me separa del subte, una en la estación donde me subí, tres en la estación donde me bajé, cinco más en el pasaje hasta la combinación. Y eso sin buscar, solo paseando la mirada porque éste es un día de paseo, no un día de atención. Veinte en total, por lo menos. Y esas son únicamente las que estaban abandonadas ya, sin contar las que aún están en las manos de la gente.

Todas distintas, todas distintos colores. Adentro y afuera del transporte público, porque eso es sin contar las que están debajo de los asientos del coche, aunque sean las menos, porque no es tan común encontrárselas tiradas, todas rotas ahí, escondidas debajo de un asiento del subte. Incluso un domingo como hoy, un día sin tensiones, un día de paseo al sol, una mañana en que la gente ya se cansó y las deja ahí tiradas y alguno tal vez todavía se consigue otra de camino a casa, porque no es tan tarde, es la mañana, y el fin de semana sigue.

Yo no pude dormir, estuve mirando el cielo raso, el cielo rosa todo el tiempo que el sol tardó en subir y hacer brillar la cúpula plateada de la antena de tv y supe que me tenía que levantar y caminar hasta el subte y hacerme un viaje corto que empiece hundiéndome en la tierra, un viaje corto hasta el Ring.

Cual es el concepto de metáfora, no estoy muy segura, entiendo que funciona como un traslado de significados, pienso, mientras miro como el sol sube débil desde mi cama, que si quiero dejar de dar vuelta por los mismo dos o tres pensamientos cíclicos es necesario que se los traslade a algo que les pueda dar vueltas por mí, pienso en el Ring. Antes de salir, echo una mirada a la miriada de coloridas etiquetas que yo misma he dejado dando vueltas por ahí. Y antes de bajar al subte, echo una mirada a la antena que brilla allá-acá nomás, al final de la avenida entre las torres. Apunta al cielo única como una idea única.

Dos estaciones y llegó a la combinación con el Ring. Tengo dos opciones, el 42 y el 41. Uno hace girar los pensamientos repetitivos para un lado y al final devuelve: una solución. El otro los hace girar para el otro y al llegar devuelve: un trompo descontrolado de pensamientos confusos. O, en mi criterio: uno de los viajes me lleva suavemente al sueño; del otro, no me puedo bajar nunca. ¿Pero cuál es cuál? ¿Este, o el oeste?

Busco una señal cualquiera, un cartel escrito a mano en uno u otro andén que diga “Tomame”. “Trink mich” dice una de esas que están dando vueltas por toda la ciudad. Èsta en particular está como nueva, apoyada delicadamente contra un tacho de basura. “Trink mich”. No.

Un poco más allá viene llegando el 41, desde que yo llegué a esta ciudad, el oeste siempre fue mi casa. Y hacia el oeste voy para volver por el este. Va a ser un viaje largo que empieza lento y cadencioso. Me excita no saber si elegí la opción correcta pero el sol es una gloria tibia que me hace adormecer: cuán baja y verde y amplia es esta ciudad, qué calma parece a esta hora en que la gente va con los ojos cerrados o hablando muy bajo entre sí o para sí. Un montón hablan para sí y hasta lo perros duermen en este vagón.

Entre Ostkreuz y Westkreuz he crucificado a varios demonios. El resto del viaje, duermo como una osezno en invierno. Habré elegido el tren correcto. Me despierto apenas antes de completar la vuelta. Dejo el tren embrujado con mis demonios en la misma estación donde me lo tomé, y el tren deja la estación para seguir dando vueltas sin parar. En el andén, la botella de cerveza sigue ahí, “Trink mich” dice, de acuerdo.

Vuelvo caminando por la avenida con la cerveza nunca muy caliente, nunca muy fría. Brilla la antena para mí en el fondo, como una idea única.

 

    Nació en Adrogué, en la zona sur del conurbano bonaerense, en 1984 y fue donde escribió por primera vez en una revista, el pasquín literario Mitin, de producción independiente. Más adelante empezó a publicar algunos textos en su blog, http://fragmentosdecosasincompletasdehecho.blogspot.com.ar/, y luego también en http://juliamilanese.wordpress.com/ donde actualmente sube sus artículos. Está terminando la carrera de Letras en la UBA y es colaboradora en la revista de viajes, Roomin.

DESTACADOS

¿Puede una IA escribir con la profundidad de un ser humano o hacer literatura?

Llevo días escuchando dos palabras como si fueran un mantra que define a la IA, conceptualmente distorsionados y desemboca en conclusiones equívocas.

Las palabras: algoritmo y probabilidad.

Algunos datos técnicos no vienen mal para acercar la comprensión sobre qué es la IA.

Imaginen tener una agenda, que tiene solapas con el alfabeto (se ven en librerías de papel), hay una búsqueda con ese criterio alfabético. Ahora, dentro de cada letra, otra agenda, de nuevo con la organización alfabética, y dentro de esta otra, y así. Para una búsqueda dentro de esta organización,  igualmente con el criterio de orden alfabético (espero estén advirtiendo la dificultad de recorridos), siempre empezando desde la A y abriéndose camino en las diferentes agendas, unas dentro de otras; un árbol de datos. Esto es un algoritmo que con la velocidad actual de los chips no parece complicado. Sumemos la predicción: la probabilidad que habiendo entrado con una letra, la próxima sea alguna determinada. Por ejemplo, entro con una consonante, hay más probabilidad que la próxima sea una vocal. Con ello empiezo una búsqueda ahorrando entrar por consonantes y con eso reduje el “camino” a 5 vocales. Es un ejemplo algo burdo, pero ilustra las dos palabras: algoritmo y probabilidad. Los algoritmos de búsqueda están muy afinados a raíz de la tecnología blockchain de las Criptos.

PERSONAJES

Florecidos miles de estallidos

Sergio Ojeda Barías, Berlín. Santiago de Chile: Mago Editores, 2024.

[Un libro de Sergio Ojeda Barías (Puerto Natales, 1965) es un acontecimiento en este siglo. De Pedazo de mundo (2000) a Tardanza del fuego (2007), Berlin es un libro introspectivo, para celebrar, para transitar entre los poemarios escritos reescribiéndolos. Este poeta chileno crea campos magnéticos en que las palabras vibran y los cuerpos también. Berlin es un libro de la esperanza, de una vida por delante, de una obra como horizonte].

La primera vez que tuve noticias de Sergio Ojeda Barías fue en 2016. Eran mis años de la avidez literaria, tenía varios cuadernos de proyectos de poemas, no conocía a nadie que publicara ni que enloqueciera con la literatura. MAGO Editores publicitaba unos talleres de poesía semanales impartidos por el referido. No recuerdo exactamente el día, pero después de la oficina, tenía esa reunión de poesía, un ese espacio vista Pio Nono (la vereda desde la que estuve mirando por más de un lustro), Piso Diez, como la altura en la que se desarrollaba, fue el nombre que Max González le dio al taller. Recuerdo a otros talleristas, Cristian y Francisco. Nunca más los volví a ver: uno parecía un buen lector de poesía y literatura chilena y el otro trabajaba como captador de clientes en una ISAPRE. Yo había tenido la experiencia de talleres en la SECH (Sociedad de Escritores de Chile), pero estaba lejos de una voz poética (¿lo sigo estando?).

 

 

DRAMATURGIA

Bajo un manto de estrellas de Manuel Puig por Ana Abregú

“Una especie de solidaridad tácita une a los extraviados y a los solitarios”

“Una revolución en las costumbres” en Bye-Bye, Babilonia, crónicas de Nueva York, Londres y París.

 

 

En esta obra se siente “una especie de solidaridad entre extraviados”, “es exactamente como lo imaginé”, se dirá recursivamente en la obra. La frase describe el sino de la época: la educación sentimental  provenía de escuchar la novela radial; el relato se reconfiguraba en el oyente, punto en común entre las clases: la pareja mayor, dueños de estancia; la pareja de misteriosos visitantes, adultos; y la niña de la casa, adoptada; revelan los sueños que nacieron en la era de las telenovelas y su influencia como parte de la penetración cultural que accionan el hecho constructivo del imaginario y los desvíos que propone el foco en la ilusión, en un ambiente endogámico que detona con diversas resonancias. El relato oído alimenta un romanticismo en el que cada personaje fantasea e imagina el objeto del deseo.

 

Las Bingueras de Eurípides de Ana López Segovia por Ana Abregú

Suerte, risas y mucho bingo. ¡Prepárense para gritar '¡Bingo!'! La emoción del dabber.

[Lema popular]

 

Divertida propuesta que remite a diversos estilos teatrales, así como referentes eclécticos.

Dionisia –Mar Bell Vazquez–, mito griego, baja a la tierra; y como el primigenio, se aboca a remover la estructura social conmoviendo la forma tradicional de subyugación de mujeres. Dionisio toma cuerpo de mujer para acompañar el proceso de empoderamiento. Eco entre formatos que se extienden entre géneros de humor basado en la expresividad corporal y diálogo punzante.

(Foto tomada de Internet)

No te pierdas ésto

Gotas