Croce, una figura melancólica

[…] «aunque sea un objeto, igual lo hacen sentir que es único e insustituible. […], pensó con una rara torsión sintáctica que delataba su melancolía.

Los casos del Comisario Croce, Ricardo Piglia

 

Demoré el final. Por alguna razón, las últimas páginas –una de ellas marcada con un doblez en su orilla superior– se resistían a ser leídas por completo. A veces ocurre con algunas lecturas cuando se ha disfrutado de la compañía y la intimidad, de un tiempo sin medida, junto a un libro.

Quizás esta demora se vinculaba con el modo en que me había aproximado al texto, con una profunda y personal melancolía.

Me asaltó ese sentimiento, casi diría que me tomó por completo, desde el inicio. Entonces me pregunté si se debía a el hecho de tener entre las manos un texto póstumo, que además había sido compuesto –como señala Piglia en la Nota del autor–, usando el Tobbi, un hardware que permite escribir con la mirada. No desconocía la enfermedad de Ricardo ni el desasosiego que acompañarlo en esa batalla había provocado en sus amigos más queridos.

Era lógico, por lo tanto, pensé, frente a la ya ausencia de un autor tan contemporáneo, y vale el ‘tan’ como parte del elogio, que sintiera aquello que me empecinaba en señalar como melancolía. Podría haber utilizado las palabras tristeza o nostalgia, pero sabía –en realidad sin saberlo del todo, sino como algo que se intuye y que, por lo mismo, me impulsaba a buscar más allá– que trataba de otra cosa.

Sigmund Freud vincula la melancolía con la pérdida del objeto (el objeto amado) destacando que en ese estado el sujeto puede saber a quién perdió, pero no lo que perdió en él. La melancolía se refiere por tanto a una pérdida de objeto sustraída de la conciencia, algo en lo que se diferencia del duelo. [1] La sombra del objeto sobre el yo, sería el concepto en otras palabras, sintetizadas por una terapeuta que admiro.

Pero hasta aquí llego, no pretendiendo un análisis que me excede porque no es eso lo que me propongo, sino tratar de dilucidar en dónde radica mi melancolía frente al libro de Piglia.

¿De qué trata el objeto perdido? ¿Del hombre, de su escritura o la pérdida del lector crítico? ¿O se vincula simplemente con este adiós al comisario Croce?

Creo que lo distintivo de mi sentimiento era justamente no poder precisar qué es lo que había perdido. Por tal motivo no era tristeza o nostalgia, no estaba frente al texto en una posición de duelo, sino que me encontraba buscando otra cosa a medida que avanzaba por las páginas.

Hago una pausa.

Entonces me levanto, camino, doy vueltas antes de seguir adelante, porque el tema me resulta complejo. Recurro a mi cita del inicio del texto, una de mis marcas en lápiz con las que subrayé un pensamiento de Croce, una reflexión que surge tras el encuentro con el ‘astrólogo’, en una calle de Necochea, en ese discurrir en tránsito, errante, que cultiva el comisario. Y es porque Ricardo Piglia sabía de esto. Curioso, ensayista, ha dialogado y escrito sobre Giorgio Agamben, sin desconocer que, a su vez, el filósofo había trabajado sobre la melancolía ya estudiada por Freud.

Nueva pausa. Abrumada, siento que es mucho lo me que falta por leer.

Regreso a Piglia y a una cita de Roberto Arlt: Sólo se pierde lo que realmente no se ha tenido, tomada para su libro Nombre falso (1975).

En realidad, Claudia, me dirá luego Roberto Ferro, la cita no le pertenece a Arlt, sino que es Borges –Nueva refutación del tiempo, en Otras Inquisiciones, 1952–: […] no puedo lamentar la perdición de un amor o de una amistad sin meditar que sólo se pierde lo que realmente no se ha tenido; cada vez que atravieso una de las esquinas del sur, pienso en usted, Helena […], y es un dispositivo que establece Ricardo, tan en consonancia con el título de ese libro, agregará además con complicidad divertida, luego, Ferro.

Entonces no se pierde lo que se ha tenido, decido en esta conversación que he iniciado con el texto, que ha permanecido durante toda esta escritura, aquí, a mi lado.

Tal vez, sea entonces esta lectura puesta en movimiento; vasos vertedores abrevando en un mismo río, en un continuo de una y otra vez; porque no hubo pérdida si he podido hacer mi marca en la orilla del papel, si me he demorado en alguna línea, si algún punto fue más que una suspensión sostenida de tiempo, si existió la admiración y se atesoraron imágenes. Con la nostalgia, sí, de lo inasible, de aquello que no lograré terminar de saber nunca, como Croce, buscando pistas. de lo que no se ve a primera vista, […] porque el lenguaje es la realidad inmediata del pensar.



[1] https://antenaclinicadebilbao.com/es/textos/referencias-resenas-y-textos/20-referencias/162-duelo-y-melancolia-de-sigmund-freud

 





Ana Abreg�.

www.metaliteratura.com.ar

Literatura latinoamericana

DESTACADOS

¿Puede una IA escribir con la profundidad de un ser humano o hacer literatura?

Llevo días escuchando dos palabras como si fueran un mantra que define a la IA, conceptualmente distorsionados y desemboca en conclusiones equívocas.

Las palabras: algoritmo y probabilidad.

Algunos datos técnicos no vienen mal para acercar la comprensión sobre qué es la IA.

Imaginen tener una agenda, que tiene solapas con el alfabeto (se ven en librerías de papel), hay una búsqueda con ese criterio alfabético. Ahora, dentro de cada letra, otra agenda, de nuevo con la organización alfabética, y dentro de esta otra, y así. Para una búsqueda dentro de esta organización,  igualmente con el criterio de orden alfabético (espero estén advirtiendo la dificultad de recorridos), siempre empezando desde la A y abriéndose camino en las diferentes agendas, unas dentro de otras; un árbol de datos. Esto es un algoritmo que con la velocidad actual de los chips no parece complicado. Sumemos la predicción: la probabilidad que habiendo entrado con una letra, la próxima sea alguna determinada. Por ejemplo, entro con una consonante, hay más probabilidad que la próxima sea una vocal. Con ello empiezo una búsqueda ahorrando entrar por consonantes y con eso reduje el “camino” a 5 vocales. Es un ejemplo algo burdo, pero ilustra las dos palabras: algoritmo y probabilidad. Los algoritmos de búsqueda están muy afinados a raíz de la tecnología blockchain de las Criptos.

PERSONAJES

Florecidos miles de estallidos

Sergio Ojeda Barías, Berlín. Santiago de Chile: Mago Editores, 2024.

[Un libro de Sergio Ojeda Barías (Puerto Natales, 1965) es un acontecimiento en este siglo. De Pedazo de mundo (2000) a Tardanza del fuego (2007), Berlin es un libro introspectivo, para celebrar, para transitar entre los poemarios escritos reescribiéndolos. Este poeta chileno crea campos magnéticos en que las palabras vibran y los cuerpos también. Berlin es un libro de la esperanza, de una vida por delante, de una obra como horizonte].

La primera vez que tuve noticias de Sergio Ojeda Barías fue en 2016. Eran mis años de la avidez literaria, tenía varios cuadernos de proyectos de poemas, no conocía a nadie que publicara ni que enloqueciera con la literatura. MAGO Editores publicitaba unos talleres de poesía semanales impartidos por el referido. No recuerdo exactamente el día, pero después de la oficina, tenía esa reunión de poesía, un ese espacio vista Pio Nono (la vereda desde la que estuve mirando por más de un lustro), Piso Diez, como la altura en la que se desarrollaba, fue el nombre que Max González le dio al taller. Recuerdo a otros talleristas, Cristian y Francisco. Nunca más los volví a ver: uno parecía un buen lector de poesía y literatura chilena y el otro trabajaba como captador de clientes en una ISAPRE. Yo había tenido la experiencia de talleres en la SECH (Sociedad de Escritores de Chile), pero estaba lejos de una voz poética (¿lo sigo estando?).

 

 

DRAMATURGIA

Bajo un manto de estrellas de Manuel Puig por Ana Abregú

“Una especie de solidaridad tácita une a los extraviados y a los solitarios”

“Una revolución en las costumbres” en Bye-Bye, Babilonia, crónicas de Nueva York, Londres y París.

 

 

En esta obra se siente “una especie de solidaridad entre extraviados”, “es exactamente como lo imaginé”, se dirá recursivamente en la obra. La frase describe el sino de la época: la educación sentimental  provenía de escuchar la novela radial; el relato se reconfiguraba en el oyente, punto en común entre las clases: la pareja mayor, dueños de estancia; la pareja de misteriosos visitantes, adultos; y la niña de la casa, adoptada; revelan los sueños que nacieron en la era de las telenovelas y su influencia como parte de la penetración cultural que accionan el hecho constructivo del imaginario y los desvíos que propone el foco en la ilusión, en un ambiente endogámico que detona con diversas resonancias. El relato oído alimenta un romanticismo en el que cada personaje fantasea e imagina el objeto del deseo.

 

Las Bingueras de Eurípides de Ana López Segovia por Ana Abregú

Suerte, risas y mucho bingo. ¡Prepárense para gritar '¡Bingo!'! La emoción del dabber.

[Lema popular]

 

Divertida propuesta que remite a diversos estilos teatrales, así como referentes eclécticos.

Dionisia –Mar Bell Vazquez–, mito griego, baja a la tierra; y como el primigenio, se aboca a remover la estructura social conmoviendo la forma tradicional de subyugación de mujeres. Dionisio toma cuerpo de mujer para acompañar el proceso de empoderamiento. Eco entre formatos que se extienden entre géneros de humor basado en la expresividad corporal y diálogo punzante.

(Foto tomada de Internet)

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