Por los desplazamientos de AtraVe(r)sar

Antes de comenzar la lectura de AtraVe(r)sar, de Ana Abregú, me detengo en la portada del libro.

Observo la lengua expuesta, lacerada por la pluma fuente; no hay dolor en la herida, solo el intento o la posibilidad de escapar al silencio de los labios para encontrar el goce de ser atravesada.

Me detengo en el título. Me costó tipearlo al iniciar la propia escritura. La palabra imponía una atención de mis dedos en el teclado, tal vez como una señal del porvenir luego. Al mismo tiempo, creí oír en ese primer entramado con el que se me interpelaba a Hélène Cixious y evoqué Yo no «empiezo» por «escribir»: yo no escribo. La vida hace texto a partir de mi cuerpo.

Luego, me detengo en la letra. En la V primero; en la (r) después. Ambas quiebran el significado diseñando un nuevo significante. Ambas irrumpen con una melodía vibrante. violencia, virginidad, validez, Ver y también ruptura, rasgadura, reparación.

Al abrir por fin (y el gesto es figurativo porque el acceso es virtual) las páginas, encuentro la dedicatoria primera A mi abuela Pola; luego la cita, habitual en los textos de Abregú, de Macedonio Fernández; por fin, un acápite de Oitos Rossi. Vuelvo a detenerme, entonces, en estas marcas que remontan al devenir de la autora: al origen, a la convicción literaria, y la invitación al encuentro, por medio del lenguaje, dichas por un otro(a).

Ya no hay “estado de cosas”, como cuando se escribe una carta. Es la primera línea de la serie, enumerada de fragmentos–poemas–fragmentos. No hay relato, no ocurrirá nada y sucederá todo porque solo Hay palabras que intentan pasar del grado de escritura al grado de existencia.

Avanzo, comienzo a hacer marcas. Las necesito para encontrarme luego con ellas en la re-lectura. Es la propuesta de Oitos Rossi y la acepto.

La primera palabra que va surgiendo, a medida que mis ojos transitan por la escritura de Ana es la de “titubeo” o también vacilación. Quizás por ese regresar de ella misma sobre su propio decir, para volver una vez más sobre lo dicho y proponer el nuevo modo. Pero luego, sin embargo, entiendo que el “titubeo” no es de la autora, es mío. Soy yo, la lectora, quien vacilo y debo desandar lo ya leído sólo para descubrir qué hay en el reverso. Que Del otro lado hay sentido.

Y así me dejo conducir, admirada por haberse ella atrevido (no es casual esta elección del verbo); para dejarse atraVe(r)sar, necesariamente ha visto y luego, se ha atrevido, convocando a mi yo lectora al desafío:  juegas a que no me lees, pero me jadeas.

Textos de encuentro amoroso:

El énfasis del aroma rompe en la noche

esfuma la obsesión que convoca la ausencia

al fuego de sonidos que no son palabras

a veces es demasiado temprano para el lenguaje.(27)

 

Amo los desplazamientos de tu sombra en la pared,

me hacen creer que orbitas para mí. (186)

 

De encuentro de cuerpos:

 

Las palabras son como los rostros (*)

                    (*) Donde dice “rostros”, debería decir “cuerpos”.(39)

 

Del deseo:

 

Tu amor forj(m) la espuma

y todo el deseo como olas

siseando en s(c)al.(37)

 

 

Del encuentro íntimo con el lector:

 

Entre parpadeos el movimiento que se sucede en la

escritura (re)vela su cualidad de no persistencia. El

texto copula con el lector. (59)

 

 

Mis marcas continúan a lo largo de todo el texto, hasta el final cuando llego a otra cita de Oitos Rossi. Sorprendida, celebro, porque a medida que seguía el curso, desplazándome por esta cartografía, engañosamente enumerada, he creído ser un navegante.

 

Finalizo, en comunión (la que solo se produce si ha habido encuentro) con la línea de mi verso: ¿qué mirar//desde ahora//que ya se sabe//sa(v)iendo?

María Claudia Otsubo.

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Literatura latinoamericana

DESTACADOS

¿Puede una IA escribir con la profundidad de un ser humano o hacer literatura?

Llevo días escuchando dos palabras como si fueran un mantra que define a la IA, conceptualmente distorsionados y desemboca en conclusiones equívocas.

Las palabras: algoritmo y probabilidad.

Algunos datos técnicos no vienen mal para acercar la comprensión sobre qué es la IA.

Imaginen tener una agenda, que tiene solapas con el alfabeto (se ven en librerías de papel), hay una búsqueda con ese criterio alfabético. Ahora, dentro de cada letra, otra agenda, de nuevo con la organización alfabética, y dentro de esta otra, y así. Para una búsqueda dentro de esta organización,  igualmente con el criterio de orden alfabético (espero estén advirtiendo la dificultad de recorridos), siempre empezando desde la A y abriéndose camino en las diferentes agendas, unas dentro de otras; un árbol de datos. Esto es un algoritmo que con la velocidad actual de los chips no parece complicado. Sumemos la predicción: la probabilidad que habiendo entrado con una letra, la próxima sea alguna determinada. Por ejemplo, entro con una consonante, hay más probabilidad que la próxima sea una vocal. Con ello empiezo una búsqueda ahorrando entrar por consonantes y con eso reduje el “camino” a 5 vocales. Es un ejemplo algo burdo, pero ilustra las dos palabras: algoritmo y probabilidad. Los algoritmos de búsqueda están muy afinados a raíz de la tecnología blockchain de las Criptos.

PERSONAJES

Los ritos ardientes de Julio Barco por Nicolás López Pérez

En esta presentación, además del material del poeta Julio Barco, convocante, provocativa, inspiradora, destaco el trabajo del escritor, crítico, abogado Nicolás López Pérez, su generocidad lo antecede. Ya tenemos en nuestra revista exhaustivos comentarios sobre la obra de ambos, además de colaboradores desde otros países.

La obra de Julio Barco nunca se despide de la vieja Lima, instaura una actitud permanente de traza del nuevo siglo y el antiguo, con una poética de rememoraciones, melancolía, causas, amores, lugares, una danza procaz apasionada y en estado permanente de exhorbitancia poética con una estrategia de seducción de voz y cuerpo, conseciones al discurso y estética del nuevo y viejo esquema de tributo a su época la Internet.

Leemos a Nicolás Lóepez Pérez, en este trabajo crítico sobre su obra.

 

DRAMATURGIA

Bajo un manto de estrellas de Manuel Puig por Ana Abregú

“Una especie de solidaridad tácita une a los extraviados y a los solitarios”

“Una revolución en las costumbres” en Bye-Bye, Babilonia, crónicas de Nueva York, Londres y París.

 

 

En esta obra se siente “una especie de solidaridad entre extraviados”, “es exactamente como lo imaginé”, se dirá recursivamente en la obra. La frase describe el sino de la época: la educación sentimental  provenía de escuchar la novela radial; el relato se reconfiguraba en el oyente, punto en común entre las clases: la pareja mayor, dueños de estancia; la pareja de misteriosos visitantes, adultos; y la niña de la casa, adoptada; revelan los sueños que nacieron en la era de las telenovelas y su influencia como parte de la penetración cultural que accionan el hecho constructivo del imaginario y los desvíos que propone el foco en la ilusión, en un ambiente endogámico que detona con diversas resonancias. El relato oído alimenta un romanticismo en el que cada personaje fantasea e imagina el objeto del deseo.

 

Las Bingueras de Eurípides de Ana López Segovia por Ana Abregú

Suerte, risas y mucho bingo. ¡Prepárense para gritar '¡Bingo!'! La emoción del dabber.

[Lema popular]

 

Divertida propuesta que remite a diversos estilos teatrales, así como referentes eclécticos.

Dionisia –Mar Bell Vazquez–, mito griego, baja a la tierra; y como el primigenio, se aboca a remover la estructura social conmoviendo la forma tradicional de subyugación de mujeres. Dionisio toma cuerpo de mujer para acompañar el proceso de empoderamiento. Eco entre formatos que se extienden entre géneros de humor basado en la expresividad corporal y diálogo punzante.

(Foto tomada de Internet)

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