Escribir es usar la palabra como carnada

leer una y otra vez buscando el detalle y su

relación con el texto como un todo.

 

 

 

 

En este universo de lecturas, en el que me he zambullido desde el inicio de la pandemia, y donde sigo navegando incluso cuando en mi ventana ha mutado el paisaje y la casa es invadida por la brisa salina del mar, recibo el último trabajo de Roberto Ferro: El aparejo de un crítico: Lecturas literarias (Verde es toda teoría).

Además de la sorpresa que me ha provocado el contenido (hay dos capítulos que me honran), eché anclas en este mar bravo de Imbassaí para que mi barca se detuviera y pudiera comenzar la lectura del libro.

En el inicio me detuve en el título.

Creo que la vecindad de playa, visitada por pescadores solitarios que descubro por las mañanas temprano y más tarde en algunos atardeceres, puso en relieve la relación, excluyendo otras posibles, entre la palabra “aparejo” con la pesca.

¿Qué tienen en común Roberto Ferro y esos hombres que llegan hasta la orilla, con sus cañas sencillas, en algunos casos hasta artesanal, una bolsa donde traen la carnada y a veces –como en un exceso– una pequeña heladera portátil?

¿Hay un ritual que los congrega? Intento rastrear la similitud.

Para Roberto el momento de la escritura se inicia con una primera observación —la palabra suspendida en ese primer instante— de su mesa de trabajo, donde conviven:

 

[…] la pila desordenada de los cuadernos Moleskine; a un costado, una libreta negra, pequeña, con el elástico que sujetaba las hojas, al lado un contenedor con lápices y marcadores; más atrás, la caja de las plumas fuentes, los dos recargados con sus habitantes oprimidos y asomándose hasta casi desbordarlos. Junto al escritorio estaba la mesita con la Underwood N°5, siempre dispuesta a evocar nuestros buenos tiempos instalados en una aura mítica: más cerca, casi pegada al sillón giratorio, la prolongación de uno de los estantes de la biblioteca con hojas en blanco y los cuadraditos de papeles de colores que uso como señaladores en los libros. (p.4)[1]

 

Como el pescador de la playa, antes de lanzar la línea, el crítico —que se dispone a escribir sobre la escritura de otro— traza un recorrido por el propio espacio, reconociendo los objetos que lo acompañarán en el oficio.

El hilo se tensa en la caña, se verifica el correcto susurro de la bobina dentro del carretel y se preparan los distintos anzuelos. Como el escritor ante la hoja, el pescador aguarda el momento perfecto de la marea.

Desde pequeña me vi rodeada por el particular mundo de la pesca. Mi abuelo materno fue presidente de la Asociación Argentina de Pesca, un cargo que ocupó por muchísimos años (un anexo del club, en Chascomús, lleva su nombre). No obstante, nunca lo vi pescar. Mi recuerdo de él como pescador está unido más a los almuerzos o festejos que se hacían en la Asociación –allá por la Costanera Sur, detrás de la Ítalo– donde se movía como patrón de estancia. Pero recuerdo a los hombres, y también mujeres, que iban y venían vestidos con indumentaria de pesca y las cañas ondeando sobre los muelles, cientos de ellas cuando se disputaban los famosos torneos. Cañas de competición que, no obstante, cumplían el mismo propósito que las sencillas varas de los pescadores de Imbassaí.

Luego fue mi padre quien cada tanto se hacía algunas escapadas para pescar. No más que eso. Sin embargo, hubo algo que retuvo mi memoria de esas imágenes de los hombres frente al agua, tan solo pescando. Quizás encontré allí, sin que se me develara del todo aún en ese momento, el acto de la escritura. El libro de Roberto, sin dudas, recobró esa ligazón.

El título invitaba a otras conjeturas, luego enunciadas en las Notas Preliminares: “el título de El aparejo de un crítico es una tentativa de poner el foco en el proceso material de la lectura”. (p.9)

No podía dejar de reparar en la palabra “foco”, que forma parte del movimiento que realiza Roberto al momento de leer. Alejar y acercar el foco le permite al crítico ahondar y sobrevolar el texto. Como situado frente a una fotografía, acercar la lente para percibir los pixeles, alejarla para comprender el conjunto y sus relaciones. La palabra foco forma parte de una novela de Ferro, en la que Jorge Cáceres (quien firma la contratapa de este libro, no podía ser de otro modo), por su condición de estrabismo, se mueve por la vida con la visión fuera de foco.

Por último encuentro, escrito entre paréntesis, la mención que le rinde homenaje a Noé Jitrik y a su libro: Verde es toda teoría. Además de un capítulo, que se encuentra en la primera sección “Lecturas”, Jitrik está presente a lo largo de todo el volumen. Aventuro a escribir aquí que también ha estado presente, no solo como maestro y crítico, también como un querido amigo en la vida del autor.

No he terminado aún el recorrido, pero voy disfrutando del tránsito por estos textos que provocan relecturas, nuevas miradas y descubrimientos. Me perturba, y así fueron compilados, como “Provocaciones”, ese conjunto de escritos que ponen de manifiesto la postura de Ferro frente a la realidad política. A excepción de “Cierre de las Jornadas Julio Cortázar” y las sentidas líneas dedicadas a Germán García, lamenté la inclusión de esta sección que escapa al tono que venía trayendo el libro. Y no es por las críticas que se formulan, sino porque no están en relación, creo, con el conjunto. Pero ese material también forman parte del aparejo del crítico.

Hago una pausa en la lectura. Dejo la computadora para pensar en lo escrito, y para pensar en lo leído hasta el momento. Me voy a la orilla donde el pescador, de pie, aún vigila su línea. Me le arrimo y en silencio me quedo junto a él; ambos frente al mar, solo observándolo. Una pareja de garzas blancas llegan para picotear entre las piedras desnudas por la bajante de la marea y más allá, en el horizonte, comienza a dibujarse la tormenta. Acompaño sin moverme cada gesto del pescador que cada tanto toca la caña como midiendo su vibración. Hasta que de pronto la línea se tensa y es el momento de recoger el hilo, trayendo y aflojando, en un continuo y suave soltar y recoger, hasta que sobre las olas diviso el lomo plateado de un pez.

Entonces recuerdo lo escrito por Clarice Lispector:

 

Escribir es usar la palabra como carnada, para pescar lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra, la entrelínea, muerde la carnada, algo se escribió. Una vez que se pescó la entrelínea, con alivio se puede echar afuera la palabra.[2]

Y después regreso al Aparejo de Roberto Ferro, para sentarme junto a él, en silencio, la línea tendida hacia el maravilloso instante que proporcionan la lectura y la escritura.

 

María Claudia Otsubo

www.mariaclaudiaotsubo.com

 



[1] Ferro, Roberto. El aparejo de un crítico: Lecturas literarias (Verde es toda teoría) (Spanish Edition) Metaliteratura. Edición de Kindle. Todas las citas corresponderán a esta edición.

 

[2] Extraído de Notas sobre el arte de escribir, Clarice Lispector.





Ana Abregú.

www.metaliteratura.com.ar

Literatura latinoamericana

 

DESTACADOS

¿Puede una IA escribir con la profundidad de un ser humano o hacer literatura?

Llevo días escuchando dos palabras como si fueran un mantra que define a la IA, conceptualmente distorsionados y desemboca en conclusiones equívocas.

Las palabras: algoritmo y probabilidad.

Algunos datos técnicos no vienen mal para acercar la comprensión sobre qué es la IA.

Imaginen tener una agenda, que tiene solapas con el alfabeto (se ven en librerías de papel), hay una búsqueda con ese criterio alfabético. Ahora, dentro de cada letra, otra agenda, de nuevo con la organización alfabética, y dentro de esta otra, y así. Para una búsqueda dentro de esta organización,  igualmente con el criterio de orden alfabético (espero estén advirtiendo la dificultad de recorridos), siempre empezando desde la A y abriéndose camino en las diferentes agendas, unas dentro de otras; un árbol de datos. Esto es un algoritmo que con la velocidad actual de los chips no parece complicado. Sumemos la predicción: la probabilidad que habiendo entrado con una letra, la próxima sea alguna determinada. Por ejemplo, entro con una consonante, hay más probabilidad que la próxima sea una vocal. Con ello empiezo una búsqueda ahorrando entrar por consonantes y con eso reduje el “camino” a 5 vocales. Es un ejemplo algo burdo, pero ilustra las dos palabras: algoritmo y probabilidad. Los algoritmos de búsqueda están muy afinados a raíz de la tecnología blockchain de las Criptos.

PERSONAJES

Los ritos ardientes de Julio Barco por Nicolás López Pérez

En esta presentación, además del material del poeta Julio Barco, convocante, provocativa, inspiradora, destaco el trabajo del escritor, crítico, abogado Nicolás López Pérez, su generocidad lo antecede. Ya tenemos en nuestra revista exhaustivos comentarios sobre la obra de ambos, además de colaboradores desde otros países.

La obra de Julio Barco nunca se despide de la vieja Lima, instaura una actitud permanente de traza del nuevo siglo y el antiguo, con una poética de rememoraciones, melancolía, causas, amores, lugares, una danza procaz apasionada y en estado permanente de exhorbitancia poética con una estrategia de seducción de voz y cuerpo, conseciones al discurso y estética del nuevo y viejo esquema de tributo a su época la Internet.

Leemos a Nicolás Lóepez Pérez, en este trabajo crítico sobre su obra.

 

DRAMATURGIA

Bajo un manto de estrellas de Manuel Puig por Ana Abregú

“Una especie de solidaridad tácita une a los extraviados y a los solitarios”

“Una revolución en las costumbres” en Bye-Bye, Babilonia, crónicas de Nueva York, Londres y París.

 

 

En esta obra se siente “una especie de solidaridad entre extraviados”, “es exactamente como lo imaginé”, se dirá recursivamente en la obra. La frase describe el sino de la época: la educación sentimental  provenía de escuchar la novela radial; el relato se reconfiguraba en el oyente, punto en común entre las clases: la pareja mayor, dueños de estancia; la pareja de misteriosos visitantes, adultos; y la niña de la casa, adoptada; revelan los sueños que nacieron en la era de las telenovelas y su influencia como parte de la penetración cultural que accionan el hecho constructivo del imaginario y los desvíos que propone el foco en la ilusión, en un ambiente endogámico que detona con diversas resonancias. El relato oído alimenta un romanticismo en el que cada personaje fantasea e imagina el objeto del deseo.

 

Las Bingueras de Eurípides de Ana López Segovia por Ana Abregú

Suerte, risas y mucho bingo. ¡Prepárense para gritar '¡Bingo!'! La emoción del dabber.

[Lema popular]

 

Divertida propuesta que remite a diversos estilos teatrales, así como referentes eclécticos.

Dionisia –Mar Bell Vazquez–, mito griego, baja a la tierra; y como el primigenio, se aboca a remover la estructura social conmoviendo la forma tradicional de subyugación de mujeres. Dionisio toma cuerpo de mujer para acompañar el proceso de empoderamiento. Eco entre formatos que se extienden entre géneros de humor basado en la expresividad corporal y diálogo punzante.

(Foto tomada de Internet)

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