Once segundos o el inicio de un mito

El título de esta novela es un incentivo para despertar el interés del posible lector, puesto que  promueve la curiosidad por saber qué podría ocurrir en ese brevísimo lapso de tiempo que no es instantáneo, pues abre un espacio cronológicamente exiguo, pero suficiente para poder asistir a un acontecimiento. 

Y un acontecimiento no es nada menos que una grieta en el tiempo por donde se filtra algo capaz de provocar un enorme cambio subjetivo o, en lo tocante a lo objetivamente ocurrido, modificar el orden de la realidad. Estas dos dimensiones - la subjetiva y la social- están presentes en la novela de Carlos Aletto, por eso se entienden claramente las palabras con que Guillermo Saccomanno escribe, en uno de los comentarios que aparecen en la contratapa del libro, “bienvenidos a una épica literaria maratoniana”, dado que si algo caracteriza a  la dimensión épica es la emergencia del acontecimiento. Y el acontecimiento nos lleva a pensar en el mito, que  es, ante todo, un producto espontáneo de la formalización cultural del mundo propia de todas las  sociedades humanas, como lo son el arte, la ciencia, o los usos y costumbres sociales. El mito excede la iniciativa individual, del mismo modo que el lenguaje y por ello no responde a los criterios antinómicos de si es realidad o ficción; lo que interesa para que pueda darse es su función sígnica, de manera que una realidad histórica cualquiera puede transformarse en un mito si es investida de esta función, a la vez que éste puede ejercer influencia sobre una realidad histórica y/o social determinada.

Dichas apelaciones son verdaderas operaciones de sentido con claro arraigo en cada contexto inmediato, buscando establecer nuevos significados colectivos atinentes a las coordenadas del presente, es decir que trascendiendo los límites de la creatividad individual, se expanden hacia los dominios globales de los imaginarios políticos y sociales.  Una de sus condiciones esenciales es el intento por dar respuesta a las cuestiones más  profundas o graves que un grupo humano se plantea, independientemente de que para otro grupo comunitario tales cuestiones puedan parecer carentes de importancia. En tal sentido, adquiere la forma de un relato, así por ejemplo, la narración sobre el origen del mundo o de esa comunidad en particular, sus héroes fundadores a quienes debe el nombre (epónimos) o la necesidad de cumplir con ciertos ritos, tales como la iniciación, la prohibición de ingerir algunos alimentos, las relaciones familiares o matrimoniales. Otra de las condiciones a destacar del mito es que dichas intuiciones privilegiadas con las que una comunidad pretende comprender o explicar el mundo, puede encarnar en ciertos personajes que adquieren entonces, este rango. Se comportan así como núcleos de sentido que se apoyan menos en la idea de mito como una narración tradicional sobre un determinado panteón divino, que en la idea de lo mítico como fuerza actuante en sucesivos imaginarios sociales, capaz de resurgir con renovados sentidos en función de los contextos en los que opera.  

Es importante tomar en cuenta que las sociedades modernas han desplazado el sentido de lo sagrado como fundamento trascendente de la existencia, sustituyéndolo por otros valores, por consiguiente, los mitos pueden encarnarse en artistas, políticos famosos, personalidades del espectáculo o deportistas extraordinarios, algunos de breve duración, otros perdurables y de dimensión cuasi universal. Los nombres del Ché Guevara, Eva Perón, Marilyn Monroe o Carlos Gardel son suficientes para exponer esta emblemática característica. En esta familia se inscribe Maradona, éste es su linaje.

Ya se entienden, entonces, los once segundos del título: son los que transcurren hasta que Maradona metiera el emblemático gol en el Mundial de México de 1986. Y como el mito necesita del rito para constituir el acontecimiento, este instante es absoluto. Porque, ¿qué hace falta para que esta auténtica epifanía se manifieste? La repetición, la anulación del tiempo sucesivo, cronológico, para dar lugar a esa cuña de tiempo vertical, mágico, perpetuo. Las palabras del inicio lo exponen claramente: “Treinta y cinco años después hoy vuelve a ser 22 de junio de 1986” (p.11). Y para sostener la magia, es imprescindible que la escena se congele al repetirse en sus mínimos detalles:

El 2 inglés se para erguido. Tiene la pierna derecha flexionada hacia atrás. La puntera del botín casi clavada en el horario que aparece en el ángulo inferior izquierdo de la pantalla. La figura del jugador –con camiseta blanca, medias y pantaloncitos celestes- inmóvil entre la hora y la raya del lateral parece la de un modelo vivo que va a ser esculpido con los brazos en alto sosteniendo la pelota. (11)

Lo dicho hasta aquí puede inducirnos a engaño pensando que esta escritura tiene como tema el fútbol o es un sesudo ensayo sobre el deporte que condensa la máxima pasión nacional. De algún modo –y al hablar del mito Maradona se lo muestra, ese trasfondo no podría estar ausente ni fuera de esta ficción, pero en realidad se trata de una autobiografía. El término “ficción”, entonces, tiene un alcance limitado, se refiere a que, teóricamente hablando, toda autobiografía es una ficción, debido a la disociación entre el yo que existe y el que escribe, aunque en sentido profundo, como dijo alguien “cuando escribo, sólo hablo de mí”, o en palabras del gran Flaubert, “Madame Bovary soy yo”.

La historia del narrador-personaje-autor Carlos Aletto se entreteje con ese instante atemporal y futbolero al desplegar en el tiempo sucesivo, el relato que, desde su infancia, conduce hasta la actualidad, el presente de quien esto escribe, porque “alguien tiene que escribir la historia de los que no escriben”, según explicita. Por eso esa historia personal tiene también alcance social, así como la persona que se llamó Maradona adviene a su permanencia en el imaginario colectivo. Por eso se trata de una escritura de clase, según informa agudamente Saccomanno.

En medio de la escasez y la precariedad de recursos, el protagonista sabe, sin embargo, que quiere ser escritor. Y Aletto nos lleva de la mano, desde los juegos infantiles en el barro hasta el ahora, siempre guiado por el hilo Maradona. Con un estilo minimalista que recupera los más nimios detalles convocados por la memoria: la casucha de chapa, el basural, el amigo ahora perdido para siempre, los estudios superiores, su experiencia universitaria, sus compañeros de estudio y de fútbol, la escritura obsesiva nos permite seguir esa trayectoria con respeto, con simpatía y admiración por quien cree que ser escritor es una tarea merecedora de una dedicación de por vida.

 

Carlos Aletto. Once segundos. Buenos Aires, Sudamericana, 2023. 379 páginas.

 

           

 





Ana Abregú.

www.metaliteratura.com.ar

Literatura latinoamericana

DESTACADOS

¿Puede una IA escribir con la profundidad de un ser humano o hacer literatura?

Llevo días escuchando dos palabras como si fueran un mantra que define a la IA, conceptualmente distorsionados y desemboca en conclusiones equívocas.

Las palabras: algoritmo y probabilidad.

Algunos datos técnicos no vienen mal para acercar la comprensión sobre qué es la IA.

Imaginen tener una agenda, que tiene solapas con el alfabeto (se ven en librerías de papel), hay una búsqueda con ese criterio alfabético. Ahora, dentro de cada letra, otra agenda, de nuevo con la organización alfabética, y dentro de esta otra, y así. Para una búsqueda dentro de esta organización,  igualmente con el criterio de orden alfabético (espero estén advirtiendo la dificultad de recorridos), siempre empezando desde la A y abriéndose camino en las diferentes agendas, unas dentro de otras; un árbol de datos. Esto es un algoritmo que con la velocidad actual de los chips no parece complicado. Sumemos la predicción: la probabilidad que habiendo entrado con una letra, la próxima sea alguna determinada. Por ejemplo, entro con una consonante, hay más probabilidad que la próxima sea una vocal. Con ello empiezo una búsqueda ahorrando entrar por consonantes y con eso reduje el “camino” a 5 vocales. Es un ejemplo algo burdo, pero ilustra las dos palabras: algoritmo y probabilidad. Los algoritmos de búsqueda están muy afinados a raíz de la tecnología blockchain de las Criptos.

PERSONAJES

Los ritos ardientes de Julio Barco por Nicolás López Pérez

En esta presentación, además del material del poeta Julio Barco, convocante, provocativa, inspiradora, destaco el trabajo del escritor, crítico, abogado Nicolás López Pérez, su generocidad lo antecede. Ya tenemos en nuestra revista exhaustivos comentarios sobre la obra de ambos, además de colaboradores desde otros países.

La obra de Julio Barco nunca se despide de la vieja Lima, instaura una actitud permanente de traza del nuevo siglo y el antiguo, con una poética de rememoraciones, melancolía, causas, amores, lugares, una danza procaz apasionada y en estado permanente de exhorbitancia poética con una estrategia de seducción de voz y cuerpo, conseciones al discurso y estética del nuevo y viejo esquema de tributo a su época la Internet.

Leemos a Nicolás Lóepez Pérez, en este trabajo crítico sobre su obra.

 

DRAMATURGIA

Bajo un manto de estrellas de Manuel Puig por Ana Abregú

“Una especie de solidaridad tácita une a los extraviados y a los solitarios”

“Una revolución en las costumbres” en Bye-Bye, Babilonia, crónicas de Nueva York, Londres y París.

 

 

En esta obra se siente “una especie de solidaridad entre extraviados”, “es exactamente como lo imaginé”, se dirá recursivamente en la obra. La frase describe el sino de la época: la educación sentimental  provenía de escuchar la novela radial; el relato se reconfiguraba en el oyente, punto en común entre las clases: la pareja mayor, dueños de estancia; la pareja de misteriosos visitantes, adultos; y la niña de la casa, adoptada; revelan los sueños que nacieron en la era de las telenovelas y su influencia como parte de la penetración cultural que accionan el hecho constructivo del imaginario y los desvíos que propone el foco en la ilusión, en un ambiente endogámico que detona con diversas resonancias. El relato oído alimenta un romanticismo en el que cada personaje fantasea e imagina el objeto del deseo.

 

Las Bingueras de Eurípides de Ana López Segovia por Ana Abregú

Suerte, risas y mucho bingo. ¡Prepárense para gritar '¡Bingo!'! La emoción del dabber.

[Lema popular]

 

Divertida propuesta que remite a diversos estilos teatrales, así como referentes eclécticos.

Dionisia –Mar Bell Vazquez–, mito griego, baja a la tierra; y como el primigenio, se aboca a remover la estructura social conmoviendo la forma tradicional de subyugación de mujeres. Dionisio toma cuerpo de mujer para acompañar el proceso de empoderamiento. Eco entre formatos que se extienden entre géneros de humor basado en la expresividad corporal y diálogo punzante.

(Foto tomada de Internet)

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