La pasión crítica de un cronopio

Sobre CORTÁZAR, Universidad de Guanajuato, 2015, pp 196

de Roberto Ferro

 

 

“Cuando los cronopios cantan sus canciones preferidas, se entusiasman de tal manera que con frecuencia se dejan atropellar por camiones y ciclistas, se caen por la ventana, y pierden lo que llevaban en los bolsillos y hasta la cuenta de los días.”

J. C.

 

Entonces la pasión es algo desmedido, el cronopio Ferro lee a Cortázar de entre sus escritores preferidos, sus narradores preferidos, sus mundos preferidos, y escribe un gran libro en pequeño formato y turquesa -no verde o rojo o submarino: turquesa- que con pocas palabras -poquísimas, dentro de un frasco panzón, vidriado con tapa de lata y sombrerito rojo de fieltro con lunares- exhibe las lecturas asombradas, azoradas con tardes de sol, y son diseminadas sobre el asfalto exhibiendo el hambre y la panza llena de los lectores en dos volúmenes -o cinco o cien- que comen galletas sin sal, con gluten o chips de chocolate.

La pasión inunda la lectura, la ciñe, la atraviesa; se pierde en la noción del tiempo que alerta los sentidos, los alimenta, los condensa y re-estructura re-afirmándolos transformados en sentidos múltiples que son un todo con la lectura y el cuerpo, con todo lo leído y tocado, olido, sentido; que son uno con su ser y la lectura, la escritura y ese otro que lee al lector sentado en el sillón de terciopelo verde.

El placer de la reproducción del deseo de decir la pasión, de trasmitirla para abrir caminos, se traduce en instancias oníricas y sensuales, casi eróticas, que se perciben en la escritura de la escritura, en la piel de papel que anuncia el descanso del deseo inagotable que se traslada al cuerpo en situación analítica. Esa piel, ese cuerpo, ese análisis, esa escritura se dispone a palpar en cada milímetro el elixir del traslado, tránsito y estancia, errancia, el trastorno, el ingresar a otro mundo que no se desprende porque convive. Convivio acérrimo, íntimo entre el texto y el lector y el escritor y el aire y el papel y los ojos.

La lectura de los autores preferidos disemina los sentidos de la lectura abarcando lo infinitesimal, reformulando la misma noción de lectura en la que leer al lector no es leer lo leído por el otro, atravesar el mismo camino, seguir sus pasos sino ser invitado a idear el propio laberinto, a internarse en los pasadizos inexistentes, inextricables, inherentes, incesantes de la lectura que todavía está a punto de germinar vida de texto y lectura, escritura y texto y lectura y así sucesivamente.

La lectura de Ferro sobre Cortázar no es una lectura que clausura, que propone una línea, que dirige un camino que el otro lector -el segundo, el que lee al lector- debe seguir, sino que es una invitación a armar un recorrido propio que se nutre de la lectura del otro para sazonar la propia; que habilita a la exploración, que es incesantemente provocativa, lúdica; que fecunda e incita a armar recorridos, a jugar por entre las rendijas del sentido; que recorre por el margen avistando hitos para que el lector viajero, ese otro que lo lee, se anime a hacer su propia excavación, a descubrir sus propios restos y armar su todo encaramado.

Ferro no habla de Cortázar sino que es hablado por su lectura, pero no por la de Cortázar que lo invade y lo penetra floreciendo un devenir escritura que baila tregua, cátala y espera, que lo funde con su encanto encantando su escritura, su lectura -la de Ferro-; sino por la lectura que él hace de lo que es leer, de lo que es escribir, de lo que es Cortázar, de lo que es Ferro, de lo que es un lector leyendo a Ferro que lee a Cortázar. El mundo infinito de las lecturas trasmutado a las palabras que arman un sentido todo y nada, que se filtran por las grietas de la lectura que nunca más es lectura sola, que no existe sola, deslocaliza los sentidos estáticos de la idea de texto para ser flujo compartido e intercambiado.

El dispositivo crítico que pone en marcha Ferro resemantiza la noción de crítica desestabilizando la palabra misma como soporte y sus posibles narrativos -en la narración, en la escritura: en la lectura- para dar la posibilidad de búsqueda propia. La verdad, la memoria, la vida, bailan entreveradas poniéndose a prueba en una escritura liviana y consistente, contagiosa, contundente.

A partir de pensar a Cortázar desde diferentes perspectivas, analizando zonas de contacto que transita y explora abriendo pasadizos, pasajes, propone a la vez modos de ingreso a otros textos, otros autores, otros mundos posibles; es decir que la lectura, la propuesta, el programa de Ferro no termina en su lectura sobre Cortázar sino que es más ambicioso: incitar a los lectores a leer como lectores que buscan leer más allá de la simple lectura. A partir de los epígrafes, Ferro en su papel de narrador, interpela en doble juego al lector que ya no sabe si lee su lectura, a Ferro o al mismo Cortázar transformando hasta los datos biográficos en finas hebras imprescindibles para acceder al juego de esa lectura que ya es propia y ajena, contaminada, contaminadora.

Nuevamente la escritura de Ferro nos invita a situarnos en varios lugares, en todos y en ninguno; más que situarnos en un lugar la cita es con la idea de lugar, de leer, de jugar; con la imagen del crítico como un lector habilitador de lectura, no un clausurador de sentidos por poseer el único e irrevocable, Ferro tira por tierra la palabra única, irrevocable en la lectura para abrir el abanico de sentidos a partir de su lectura crítica. El crítico es maestro, lector y escritor, diseminador, habilitador, y de nuevo lector. Cronopio, cronopio.

 

    Estudiante de Letras en la UBA. Profesora de Lengua y Literatura en secundarios y en el Instituto de Formación docente N59 de General Madariaga. En Madariaga, coordina un espacio cultural que incluye biblioteca y taller literario

DESTACADOS

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Desafíos que la IA nos impone. Imagina dónde estaremos en un año y qué estaremos haciendo.

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PERSONAJES

El corazón es habitar la experiencia y el ritmo

Pasquale Mesolella, I giorni della pandemia. Prato: Pentalinea, 2024.

 

[Este es tal vez uno de los libros más emocionantes en la obra de Pasquale Mesolella (Teano, 1949). Va dedicado a “tutte le persone, note e ignote, conosciute e sconosciute, vittime inermi ed innocenti del covid o della guerra ucraina”. A simple vista, puedo decir que se ve a un poeta desprovisto de artilugios del lenguaje y que consagra la escritura como si su mano fuese un sello de lacre. Un poeta que se ha convertido en un reportero de un tiempo álgido que no está tan lejos y que continúa a hacernos eco. Los primeros textos de esta colección corresponden a enero de 2019 y los últimos, como el prólogo, se remontan a septiembre de 2023]

 

DRAMATURGIA

Bajo un manto de estrellas de Manuel Puig por Ana Abregú

“Una especie de solidaridad tácita une a los extraviados y a los solitarios”

“Una revolución en las costumbres” en Bye-Bye, Babilonia, crónicas de Nueva York, Londres y París.

 

 

En esta obra se siente “una especie de solidaridad entre extraviados”, “es exactamente como lo imaginé”, se dirá recursivamente en la obra. La frase describe el sino de la época: la educación sentimental  provenía de escuchar la novela radial; el relato se reconfiguraba en el oyente, punto en común entre las clases: la pareja mayor, dueños de estancia; la pareja de misteriosos visitantes, adultos; y la niña de la casa, adoptada; revelan los sueños que nacieron en la era de las telenovelas y su influencia como parte de la penetración cultural que accionan el hecho constructivo del imaginario y los desvíos que propone el foco en la ilusión, en un ambiente endogámico que detona con diversas resonancias. El relato oído alimenta un romanticismo en el que cada personaje fantasea e imagina el objeto del deseo.

 

Las Bingueras de Eurípides de Ana López Segovia por Ana Abregú

Suerte, risas y mucho bingo. ¡Prepárense para gritar '¡Bingo!'! La emoción del dabber.

[Lema popular]

 

Divertida propuesta que remite a diversos estilos teatrales, así como referentes eclécticos.

Dionisia –Mar Bell Vazquez–, mito griego, baja a la tierra; y como el primigenio, se aboca a remover la estructura social conmoviendo la forma tradicional de subyugación de mujeres. Dionisio toma cuerpo de mujer para acompañar el proceso de empoderamiento. Eco entre formatos que se extienden entre géneros de humor basado en la expresividad corporal y diálogo punzante.

(Foto tomada de Internet)

Mi novia del futuro de Anto Van Ysseldyk por Ana Abregú

«¡Como si se pudiera matar el tiempo sin herir a la eternidad!».

(Henry David Thoreau)

 

El viaje en el tiempo es un tópico complejo, sobre todo durante una obra teatral, donde la comparación entre temporalidad se debe resolver en un espacio reducido. Esta situación se metaforiza en un escenario con elementos de luz y desplazamientos en espiral, haciendo y deshaciendo el tiempo en el espacio, tal como se define el tiempo mismo, una tela, una autopista peraltada.

 

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