Ese territorio

Sobre Barba, Nilda. Al final del pasillo Summa poética - Vinciguerra

 

 

“Casi inmediatamente, la realidad cedió en más de un punto.

Lo cierto es que anhelaba ceder”

J.L.B

 

La cita a la que asistimos tiene un recorrido corto pero vertiginoso, que propone un recorrido desviado en el que los límites se desdibujan y la idea de principio y fin son solo genéricas y que, al proclamarse tales, se diluyen en su misma esencia haciendo tambalear las certezas que no llegan a rozarlo, a asirlo, a enmarcarlo. El poemario es un poema todo, un todo incrustado en sí mismo pero que recibe afluentes fuertes que lo edifican, lo construyen y al mismo tiempo lo abandonan en su mismidad.

 

El poemario tiene un fuerte anclaje narrativo: cuenta una historia conformada por una estructura clásica; pero esta historia no conforma una trama que el lenguaje poético profundiza en sensibilidades, sino que avecina una sensación de continuidad, un devenir amarrado a la lírica que es cuento y canción, noción y sudor; que con una cadencia atávica, no lenta ni silente sino pausada, aliviada y tersa, muestra en verso un otro posible narrativo de la prosa.

El ritmo que imprime la escritura facetada, escatimada y entredicha amalgama la imagen estructural con los bordes que roza pero no invade, presiente pero no esgrime. La cadencia del poema se hace oír en los silencios y vacíos, en la imagen de no estar allí en el reflejo que la palabra no logra en el espejo blando que no refleja.

La imagen del espejo que aguarda y acecha a la imagen misma en su idea no solo de imagen poética sino de imagen en sí, de sus posibilidades de ser reflejada en el espejo, en el poema, en la palabra es la que provoca y encadena. El espejo doblemente abominable, doblemente culpable del develamiento del otro aguarda develar lo que traga para existir en la palabra.

Sostenida entre los versos libres, a partir de una estructura desestructurada, desencadenada, la imagen poética diseminada en el espejo roto reflejado en la palabra es una doble apuesta: al final del pasillo hay otro espejo pero este no refleja sino que emana, traga, condensa, expira y vuelve a reformular. La escritura es reafirmada en sus espacios vacíos de partes significantes que la poesía habilita para dejar en claro la falta de nitidez de la idea del reflejo especular.

La imagen que el espejo no refleja no es la imagen poética ni la palabra poética, ese espejo que ya no acecha para insinuar, para descubrir sino que actúa para significar y expandir, es protagonista de la división de esa imagen doble, la que se mira y la que es mirada, para permitir una mirada otra que aguarda ser mirada a su vez por la palabra que la nombra y la aguarda agazapada por entre las hebras de la trama.

El yo lírico, el sujeto poético sujeto a su realidad especular -no por esto refleja- muestra sus yoes desgajados -anverso y reverso de uno mismo- que se pierden en el plasma viscoso de un espejo que no divide realidades, sino que aúna controversias, desidias, recuerdos, otredades. Dividido en sí mismo, el yo que es ella y no, que se divide para poblar, para asistir, para no morir, termina agonizando en su propia prisión.

El tiempo cobra relevancia al actuar de vicisitud, aletargando y trastocando la creación de una realidad otra a la que no todos tienen acceso. Referencias, inscripciones y complicidades se desplazan por las imágenes trastocando los sentidos, plegando la ilusión de continuidad y unicidad sobre sí misma. El monstruo del espejo selecciona al yo lírico para acercarlo a él mismo en ella y mí, en me, en la realidad inasible del espejo gelatinoso.

El terreno de lucha, el terreno de la palabra selecciona esa imagen que fusiona las personas en ese otro universo del anverso. El otro yo es el espejo mismo que humano, volitivo, participa expectante de lo que provoca, de lo que conduce, asiste, ordena.

Como una Alicia deshabitada, condicionada por la dirección que ordena el objeto, Nilda Barba en brazos de su yo lírico diseminado, recorre -y se recorre- iluminando la imagen de su yo misma en posesión de una mismidad desdoblada y despareja, endeble e impenetrable donde la palabra rota, escatimada, muda, no revierte una imagen de sí misma, sino que invierte su otro lado, oscuro y tenso, enigmático y cruel.

 

 

    Estudiante de Letras en la UBA. Profesora de Lengua y Literatura en secundarios y en el Instituto de Formación docente N59 de General Madariaga. En Madariaga, coordina un espacio cultural que incluye biblioteca y taller literario

DESTACADOS

¿Puede una IA escribir con la profundidad de un ser humano o hacer literatura?

Llevo días escuchando dos palabras como si fueran un mantra que define a la IA, conceptualmente distorsionados y desemboca en conclusiones equívocas.

Las palabras: algoritmo y probabilidad.

Algunos datos técnicos no vienen mal para acercar la comprensión sobre qué es la IA.

Imaginen tener una agenda, que tiene solapas con el alfabeto (se ven en librerías de papel), hay una búsqueda con ese criterio alfabético. Ahora, dentro de cada letra, otra agenda, de nuevo con la organización alfabética, y dentro de esta otra, y así. Para una búsqueda dentro de esta organización,  igualmente con el criterio de orden alfabético (espero estén advirtiendo la dificultad de recorridos), siempre empezando desde la A y abriéndose camino en las diferentes agendas, unas dentro de otras; un árbol de datos. Esto es un algoritmo que con la velocidad actual de los chips no parece complicado. Sumemos la predicción: la probabilidad que habiendo entrado con una letra, la próxima sea alguna determinada. Por ejemplo, entro con una consonante, hay más probabilidad que la próxima sea una vocal. Con ello empiezo una búsqueda ahorrando entrar por consonantes y con eso reduje el “camino” a 5 vocales. Es un ejemplo algo burdo, pero ilustra las dos palabras: algoritmo y probabilidad. Los algoritmos de búsqueda están muy afinados a raíz de la tecnología blockchain de las Criptos.

PERSONAJES

Florecidos miles de estallidos

Sergio Ojeda Barías, Berlín. Santiago de Chile: Mago Editores, 2024.

[Un libro de Sergio Ojeda Barías (Puerto Natales, 1965) es un acontecimiento en este siglo. De Pedazo de mundo (2000) a Tardanza del fuego (2007), Berlin es un libro introspectivo, para celebrar, para transitar entre los poemarios escritos reescribiéndolos. Este poeta chileno crea campos magnéticos en que las palabras vibran y los cuerpos también. Berlin es un libro de la esperanza, de una vida por delante, de una obra como horizonte].

La primera vez que tuve noticias de Sergio Ojeda Barías fue en 2016. Eran mis años de la avidez literaria, tenía varios cuadernos de proyectos de poemas, no conocía a nadie que publicara ni que enloqueciera con la literatura. MAGO Editores publicitaba unos talleres de poesía semanales impartidos por el referido. No recuerdo exactamente el día, pero después de la oficina, tenía esa reunión de poesía, un ese espacio vista Pio Nono (la vereda desde la que estuve mirando por más de un lustro), Piso Diez, como la altura en la que se desarrollaba, fue el nombre que Max González le dio al taller. Recuerdo a otros talleristas, Cristian y Francisco. Nunca más los volví a ver: uno parecía un buen lector de poesía y literatura chilena y el otro trabajaba como captador de clientes en una ISAPRE. Yo había tenido la experiencia de talleres en la SECH (Sociedad de Escritores de Chile), pero estaba lejos de una voz poética (¿lo sigo estando?).

 

 

DRAMATURGIA

Dichas y desdichas del juego y devoción por la virgen por Ana Abregú

El teatro es un espejo que pone delante de los hombres a la realidad, con todas sus grandezas y sus miserias

[Lope de Vega]

 

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.

[Williams Shakespeare].

 

Comedia alegórica con estructura del Siglo de oro español, y conexiones con el universo shakespereano. Comedia aurisecular escrita por Ángela de Azevedo, con la adaptación de Julieta Soria. En esta obra, el escenario se convierte en un tablero de juego donde el Demonio y la Virgen juegan con el futuro, simbolizando una batalla entre ambas fuerzas sobre el destino y la fe. La representación incluye elementos de juego y conflicto entre figuras religiosas, combinando temas de azar, fe y amor en la trama. También en contacto con El pleito del Demonio con la Virgen, de diversos autores, siendo la más común atribución a Francisco de Rojas Zorrilla (1607-1648), importante dramaturgo del Siglo de Oro español.

 

El 24 a la noche de Andrés Terigi por Ana Abregú

Dale una máscara y te dirá la verdad.

Oscar Wilde.

El formato de esta obra relaciona tradiciones desde una perspectiva panóptica. El personaje que recibe al público remite a la frase “te voy a contar una de piratas”: la obra comienza con el ingreso del primer espectador, haciendo de este personaje un mediador o “guardián” lúdico del discurso teatral, que introduce al público en un mundo de ficción cargado de significados.

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