Un suave tejido

Sobre Ortemberg, Miguel, Palermo zombi, CABA: libros del Zorzal, 2019.

Estar en un lugar no siempre significa estar ahí o tener plena conciencia del espacio y sus bordes. Las novelas crean espacios otros que se inmiscuyen por entre las grietas de los existentes -o lo que pensamos que existe- solo para mostrarnos que lo conocido no es más que una creencia o una parte de lo posible.

 

Ante lo raro somos abstemios -como sociedad y humanidad- y solemos buscar explicaciones que entren en nuestras cajas clasificatorias de fenómenos, cuando no logramos que encajen los llamamos fantásticos, visiones, alucinaciones, pobres diferentes. Lo extraño, lo anómalo es lo otro, lo ajeno, como si ser fuese siempre una normalidad no percibimos que esa existencia reglada tiene mucho de artificial y poco de humana porque está llena de desvíos, porque el deseo es sometido a la norma que nos permite ser objeto del consumo en vez de sujeto de nosotros mismos. La novela se pregunta sobre los límites de lo normal en un tiempo económico-social donde el ser es relegado a un lugar abyecto, por fuera de su humanidad, y obligado a descartar por la fuerza sus sueños y logros. Entretejidos en una trama sencilla pero intensa y divertida, son interpelados el ser y el contorno, el contexto y la humanidad, la verdad y lo posible -o la posibilidad- en un viaje bizarro y bien construido por una época funesta del país en la que la realidad era excesivamente increíble e irreal, entonces cualquier cosa más podría pasar.

Un viaje no siempre significa trasladarse físicamente de un lugar a otro, en este caso parecería que el viaje es por la pregunta, por la ontología, por el ser, por la vida, por los grandes y pequeños temas que la inconsistencia de la realidad nos reclama constantemente en este tránsito que llamamos vida. Un barrio, vivos y muertos, continuos o concretos, finitos o inermes pero fundidos completamente en una realidad que excede lo real como una gran ficción que todo lo inunda, no puede más que intentar plasmar lo infinito de lo imaginable en un viaje a los confines de lo creíble.

Lo que importa no es lo que sucede en sí, sino cómo la trama se encadena para mostrar las relaciones siniestras que la misma realidad propone en sus bordes. Sueño y/o pesadilla, los grandes secretos revelados son novelados en clave verosímil para dar cuenta que un momento histórico no es menos que un evento contado o relatado por testigos, una sensación que se expande en ese corrimiento de los límites y que llega -sin límites- a reformular lo que creíamos hasta ese momento que era la realidad.

Cortázar habla de su relación vital con lo fantástico, de cómo esos seres completan su vida y así su literatura borrando las fronteras o ampliándolas o dando cuenta de que no existen, o que sí. La respuesta está también por fuera, se abisma inexistente porque sobre su existencia subyace el deseo amoratado de ser sobre el espanto, el desastre, lo indecible, lo que vive pero que no debería existir. Atravesando el tiempo y el espanto mismo de vivir lo que es imposible narrar -y vivir-, la vida se revela irrevelable e irreversible.

            Tránsito y misterio, dulce y apacible miasma cristalina, la novela surca las fronteras con algunas anclas en la historia comprobable y otras sueltas, pero reflejadas en el espejo roto de las aguas de las convenciones que acuñan -sin sentido- las fronteras de lo posible. ¿es posible que existan los zombis? “Los zombis no existen, sin embargo allí estaban, caminando por las calles”. La pregunta está mal formulada, lo que es posible es que hayan existido en un momento de la historia en la que nadie podía dar cuenta de ellos, los más anómalos, porque contradicen los preceptos no solo religiosos que rigen el país y también los pensables por los que nos creemos vivos, por oposición. El límite entre la vida y la muerte queda desdibujado porque el cuerpo, medio y objeto, canalizador de sensaciones y expresiones, espacio físico definido que contiene lo órganos vitales, deja de ser protagonista en vidas donde el alma destruida ya no cabe en esos huesos y esa piel porque le mente, desvastada, pierde su sentido.

            Es, de alguna manera, la comprobación de que la realidad es una construcción que tiene que ver con lo que cada persona está dispuesta a ver. Ceder espacio a lo que realmente sucede puede invadir nuestra vida y eso nos vuelve vulnerables porque es una forma de perder el control como bien dice Macarti en la novela.

Palermo zombi nos sumerge, como en sus piletas que inyectan a las almas la fuerza vital, en un más mundo que sub donde el ambiente extrañado no regala complejidad para ser texto sino que es lo extraño sobre lo extraño; no es un pliegue porque no hay realidad más real que la que se sobrepasa a ella misma. Por los poros de lo posible o lo percibido, es una invitación a dejarse llevar por la propuesta social sin sucumbir a la angustia de la existencia, sin dejar pasar los espectros que nos rodean estableciendo parámetros de normalidad que acurrucan formas sin sentido ni profundidad.

La novela no es una metáfora de los tiempos, es una afirmación de discordancia, de dislocación de sentido, de cómo pensarse a uno mismo y al ser en momentos de crisis. La verosimilitud de la que alardea, las explicaciones del redactor que intentan todo el tiempo dar cuenta del carácter recopilativo de su labor, podrían leerse como una abyección de la necesidad asimilativa de la información fehaciente, como si eso fuera garantía de que solo pasa lo que es documentado -o lo que se puede documentar-, como si la historia solo existiese en los que pueden dar testimonio escrito de ello, en  donde las palabras y el sentido se conjugan a partir de fórmulas preestablecidas.

Tal vez esa es también una pregunta sobre la que indaga la novela: los documentos que existen sobre los sucesos históricos no son más que papeles escritos por quienes querían escribir su parte, su visión de la historia. La novela agradece, en su doble juego de ficción y testimonio, escritura y documento, pasión y realidad, las historias marginales que salen del esquema binario y positivista que considera solo oposiciones cómodas sobre las que se puede mantener el control. Lo indecidible acecha en los ojos desencajados del zombi.  

Cuidado a ver si por error o terrible omisión, por el rabillo del ojo – y sin querer- finalmente nos damos cuenta de que están ahí.

 





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Literatura latinoamericana

    Estudiante de Letras en la UBA. Profesora de Lengua y Literatura en secundarios y en el Instituto de Formación docente N59 de General Madariaga. En Madariaga, coordina un espacio cultural que incluye biblioteca y taller literario

DESTACADOS

¿Puede una IA escribir con la profundidad de un ser humano o hacer literatura?

Llevo días escuchando dos palabras como si fueran un mantra que define a la IA, conceptualmente distorsionados y desemboca en conclusiones equívocas.

Las palabras: algoritmo y probabilidad.

Algunos datos técnicos no vienen mal para acercar la comprensión sobre qué es la IA.

Imaginen tener una agenda, que tiene solapas con el alfabeto (se ven en librerías de papel), hay una búsqueda con ese criterio alfabético. Ahora, dentro de cada letra, otra agenda, de nuevo con la organización alfabética, y dentro de esta otra, y así. Para una búsqueda dentro de esta organización,  igualmente con el criterio de orden alfabético (espero estén advirtiendo la dificultad de recorridos), siempre empezando desde la A y abriéndose camino en las diferentes agendas, unas dentro de otras; un árbol de datos. Esto es un algoritmo que con la velocidad actual de los chips no parece complicado. Sumemos la predicción: la probabilidad que habiendo entrado con una letra, la próxima sea alguna determinada. Por ejemplo, entro con una consonante, hay más probabilidad que la próxima sea una vocal. Con ello empiezo una búsqueda ahorrando entrar por consonantes y con eso reduje el “camino” a 5 vocales. Es un ejemplo algo burdo, pero ilustra las dos palabras: algoritmo y probabilidad. Los algoritmos de búsqueda están muy afinados a raíz de la tecnología blockchain de las Criptos.

PERSONAJES

Los ritos ardientes de Julio Barco por Nicolás López Pérez

En esta presentación, además del material del poeta Julio Barco, convocante, provocativa, inspiradora, destaco el trabajo del escritor, crítico, abogado Nicolás López Pérez, su generocidad lo antecede. Ya tenemos en nuestra revista exhaustivos comentarios sobre la obra de ambos, además de colaboradores desde otros países.

La obra de Julio Barco nunca se despide de la vieja Lima, instaura una actitud permanente de traza del nuevo siglo y el antiguo, con una poética de rememoraciones, melancolía, causas, amores, lugares, una danza procaz apasionada y en estado permanente de exhorbitancia poética con una estrategia de seducción de voz y cuerpo, conseciones al discurso y estética del nuevo y viejo esquema de tributo a su época la Internet.

Leemos a Nicolás Lóepez Pérez, en este trabajo crítico sobre su obra.

 

DRAMATURGIA

Bajo un manto de estrellas de Manuel Puig por Ana Abregú

“Una especie de solidaridad tácita une a los extraviados y a los solitarios”

“Una revolución en las costumbres” en Bye-Bye, Babilonia, crónicas de Nueva York, Londres y París.

 

 

En esta obra se siente “una especie de solidaridad entre extraviados”, “es exactamente como lo imaginé”, se dirá recursivamente en la obra. La frase describe el sino de la época: la educación sentimental  provenía de escuchar la novela radial; el relato se reconfiguraba en el oyente, punto en común entre las clases: la pareja mayor, dueños de estancia; la pareja de misteriosos visitantes, adultos; y la niña de la casa, adoptada; revelan los sueños que nacieron en la era de las telenovelas y su influencia como parte de la penetración cultural que accionan el hecho constructivo del imaginario y los desvíos que propone el foco en la ilusión, en un ambiente endogámico que detona con diversas resonancias. El relato oído alimenta un romanticismo en el que cada personaje fantasea e imagina el objeto del deseo.

 

Las Bingueras de Eurípides de Ana López Segovia por Ana Abregú

Suerte, risas y mucho bingo. ¡Prepárense para gritar '¡Bingo!'! La emoción del dabber.

[Lema popular]

 

Divertida propuesta que remite a diversos estilos teatrales, así como referentes eclécticos.

Dionisia –Mar Bell Vazquez–, mito griego, baja a la tierra; y como el primigenio, se aboca a remover la estructura social conmoviendo la forma tradicional de subyugación de mujeres. Dionisio toma cuerpo de mujer para acompañar el proceso de empoderamiento. Eco entre formatos que se extienden entre géneros de humor basado en la expresividad corporal y diálogo punzante.

(Foto tomada de Internet)

Mi novia del futuro de Anto Van Ysseldyk por Ana Abregú

«¡Como si se pudiera matar el tiempo sin herir a la eternidad!».

(Henry David Thoreau)

 

El viaje en el tiempo es un tópico complejo, sobre todo durante una obra teatral, donde la comparación entre temporalidad se debe resolver en un espacio reducido. Esta situación se metaforiza en un escenario con elementos de luz y desplazamientos en espiral, haciendo y deshaciendo el tiempo en el espacio, tal como se define el tiempo mismo, una tela, una autopista peraltada.

 

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