El reflejo de un trazo

Sobre Mover el punto de Ana Abregú

La escritura no es solo un loco afán de perdurabilidades y abismos, ausencias y diferimientos sino además, la posibilidad de una fuga hacia el infinito de incansables mapas de significados y sentidos, combinaciones eternas de códigos, espacios imborrables de imágenes posibles, destinos que guardan -y aguardan- que una sola de sus miles de hebras quede perpetuada sintagmaticamente como si fuera solo eso lo que hace a la vida o al texto. 

            En ese juego entre ficción y realidad, entre posibilidad y atisbo, en ese orden desordenado y sin reglas de las fichas del juego se arman las palabras que van a representarse a ellas mismas y a otras; a ser las que son, las que no son y las que podrían ser si no fueran ellas las que estuviesen bailando aquí con la idea de significar algo que hable de ellas mismas -o de otras-. Como si supieran realmente su identidad y no su poder, su estatus de intervención e interferencia, de insignificancia y estatuto, de ambigüedad y de ser, encandilan con sus muecas de mezclarse con sus propios referentes como si fuera solo eso lo que tienen de particular o de singular o de amarillo.

            Allí, agazapada entre la intención y la regla, entre la certeza y la categoría desmesurada se inscribe la novela que, moviendo el punto de un lugar a otro del espacio y del tiempo, de un narrador a otro, de un ser a él mismo -y a otro: a los que lo miran y a los que lo escriben, a los que leen y a los que actúan-, apela a intentar comprender cuales de todas las realidades le son congruentes a la ficción, o cuáles de todas las ficciones están consignadas – persignadas, asignadas- a la realidad.

            Como un cuadro de Escher en el que no se sabe -por suerte- donde empieza y donde termina una vida, una secuencia, una persona, un personaje, la literatura, la ficción, se pelean por hablar en el texto los que se consideran protagonistas de acuerdo a su lugar en la escritura y en la trama, como si tuvieran permiso para manifestarse en acuerdo o no con la espesura que alguno de todos los narradores que se proclaman escritores de la novela les permite interpretar.

            Los personajes pasar a ser seres y a cobrar entidad de acuerdo al espacio que les es asignado en la confusión, al alcance de sus intervenciones y sus actos, a su modo de encontrar la manera de expresar su asombro por la dinámica propuesta. Como escribe Macedonio en La novela de la Eterna “No hay más que un no-ser: el del personaje…”; en esta novela el no ser es elevado a un grado de vacuidad tal que se llena nuevamente con ese vacío que lo reconforma, lo anida y lo devuelve a la trama reafirmando su ausencia. 

            Como si todo fuese puesto del revés, como si asistiéramos a las costuras de un traje vemos como a medida que avanza la acción esta no es solo una sucesión de hechos o actos, sino la desenvoltura de los pasos de su propia conformación transformando la novela en una puesta al infinito de sucesos que desencadenan la escritura y que se multiplican sin poder definir realmente cual es el lugar de cada uno o si realmente es la escritura la que debe asignar ese lugar o solo sugerirlo, designarlo, simularlo.

            Intentando descifrar los límites del género, pensando los lugares que ocupan los actores de una novela, en Mover el punto no se conciben los referentes como estáticos o sus nombres como etiquetas que delimitan un tipo, sino como irreferencias que indican que todos son ninguno como sí mismo, que su ser real está condicionado por su lugar dentro y en -por- la escritura intentando más un mapa sobre la escritura de una novela que una novela en si misma.

            Siempre dentro de su carácter lúdico y locuaz, con esta novela Ana Abregú logra realizarse la pregunta sobre la escritura dentro mismo de esa escritura que la interpela, la ahoga y también la aclama, la reclama. Los trajes dejan ver sus enaguas y hasta vislumbrar sus hechuras, espiar las piernas que esconden detrás de ese velo de escritura que es la novela.

Se consigue en Amazon: https://www.amazon.com/Mover-punto-Spanish-Ana-Abreg%C3%BA/dp/1081821612/ref=sr_1_1?keywords=ana+abreg%C3%BA&qid=1563918882&s=gateway&sr=8-1

 



 


Ana Abregú.

www.metaliteratura.com.ar

Literatura latinoamericana

    Estudiante de Letras en la UBA. Profesora de Lengua y Literatura en secundarios y en el Instituto de Formación docente N59 de General Madariaga. En Madariaga, coordina un espacio cultural que incluye biblioteca y taller literario

DESTACADOS

¿Puede una IA escribir con la profundidad de un ser humano o hacer literatura?

Llevo días escuchando dos palabras como si fueran un mantra que define a la IA, conceptualmente distorsionados y desemboca en conclusiones equívocas.

Las palabras: algoritmo y probabilidad.

Algunos datos técnicos no vienen mal para acercar la comprensión sobre qué es la IA.

Imaginen tener una agenda, que tiene solapas con el alfabeto (se ven en librerías de papel), hay una búsqueda con ese criterio alfabético. Ahora, dentro de cada letra, otra agenda, de nuevo con la organización alfabética, y dentro de esta otra, y así. Para una búsqueda dentro de esta organización,  igualmente con el criterio de orden alfabético (espero estén advirtiendo la dificultad de recorridos), siempre empezando desde la A y abriéndose camino en las diferentes agendas, unas dentro de otras; un árbol de datos. Esto es un algoritmo que con la velocidad actual de los chips no parece complicado. Sumemos la predicción: la probabilidad que habiendo entrado con una letra, la próxima sea alguna determinada. Por ejemplo, entro con una consonante, hay más probabilidad que la próxima sea una vocal. Con ello empiezo una búsqueda ahorrando entrar por consonantes y con eso reduje el “camino” a 5 vocales. Es un ejemplo algo burdo, pero ilustra las dos palabras: algoritmo y probabilidad. Los algoritmos de búsqueda están muy afinados a raíz de la tecnología blockchain de las Criptos.

PERSONAJES

Florecidos miles de estallidos

Sergio Ojeda Barías, Berlín. Santiago de Chile: Mago Editores, 2024.

[Un libro de Sergio Ojeda Barías (Puerto Natales, 1965) es un acontecimiento en este siglo. De Pedazo de mundo (2000) a Tardanza del fuego (2007), Berlin es un libro introspectivo, para celebrar, para transitar entre los poemarios escritos reescribiéndolos. Este poeta chileno crea campos magnéticos en que las palabras vibran y los cuerpos también. Berlin es un libro de la esperanza, de una vida por delante, de una obra como horizonte].

La primera vez que tuve noticias de Sergio Ojeda Barías fue en 2016. Eran mis años de la avidez literaria, tenía varios cuadernos de proyectos de poemas, no conocía a nadie que publicara ni que enloqueciera con la literatura. MAGO Editores publicitaba unos talleres de poesía semanales impartidos por el referido. No recuerdo exactamente el día, pero después de la oficina, tenía esa reunión de poesía, un ese espacio vista Pio Nono (la vereda desde la que estuve mirando por más de un lustro), Piso Diez, como la altura en la que se desarrollaba, fue el nombre que Max González le dio al taller. Recuerdo a otros talleristas, Cristian y Francisco. Nunca más los volví a ver: uno parecía un buen lector de poesía y literatura chilena y el otro trabajaba como captador de clientes en una ISAPRE. Yo había tenido la experiencia de talleres en la SECH (Sociedad de Escritores de Chile), pero estaba lejos de una voz poética (¿lo sigo estando?).

 

 

DRAMATURGIA

Dichas y desdichas del juego y devoción por la virgen por Ana Abregú

El teatro es un espejo que pone delante de los hombres a la realidad, con todas sus grandezas y sus miserias

[Lope de Vega]

 

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.

[Williams Shakespeare].

 

Comedia alegórica con estructura del Siglo de oro español, y conexiones con el universo shakespereano. Comedia aurisecular escrita por Ángela de Azevedo, con la adaptación de Julieta Soria. En esta obra, el escenario se convierte en un tablero de juego donde el Demonio y la Virgen juegan con el futuro, simbolizando una batalla entre ambas fuerzas sobre el destino y la fe. La representación incluye elementos de juego y conflicto entre figuras religiosas, combinando temas de azar, fe y amor en la trama. También en contacto con El pleito del Demonio con la Virgen, de diversos autores, siendo la más común atribución a Francisco de Rojas Zorrilla (1607-1648), importante dramaturgo del Siglo de Oro español.

 

El 24 a la noche de Andrés Terigi por Ana Abregú

Dale una máscara y te dirá la verdad.

Oscar Wilde.

El formato de esta obra relaciona tradiciones desde una perspectiva panóptica. El personaje que recibe al público remite a la frase “te voy a contar una de piratas”: la obra comienza con el ingreso del primer espectador, haciendo de este personaje un mediador o “guardián” lúdico del discurso teatral, que introduce al público en un mundo de ficción cargado de significados.

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