Como un acorde en el aire

Sobre Gala, Marcial, Sentada en su verde limón, CABA: Corregidor, 2017.

El arte es una llama que ensordece, que lo invade todo porque la pasión es tan intensa que no puede ser ni siquiera trasmutada en su propio signo y así es infinita y perturbadora, eternamente intransferible, imposible de ser enquistada en un solo momento o un solo ciclo de manifestaciones, impertinente, interminable pupa de cáscaras infames, inciertas y brillantes de duro carmesí.

            Si la cotidianeidad pudiese atisbar el centro mismo del refusilo que se enciende al saberse portador de una llave que abre las puertas cerradas, nada podría ya escaparse a esos ojos ciegos y entonces, no hay historia -ni Historia- que las palabras puedan -o quieran -o se permitan- nombrar. El período especial en Cuba, que actúa como fondo en la novela, no lo es nunca porque nunca un fondo es solo eso porque sobre él descansa, insolente, la imagen y ambas son partes del mismo acto (y no), porque es quien también acuna la trama y entonces se vuelve imprescindible. El momento en el que algo transcurre, la elección de sumar un episodio efímero al pasado es tal vez un modo de intentar asir los momentos para que no mueran solo con sus sabidas urdimbres, para que no quede solo la sensación que dejan los sucesos conocidos, para que no sea solo una descolorida partitura o una desconocida inflexión.

            La escritura en Sentada en su verde limón intenta, con abismal y dolorosa certeza, unir o intentar acercar los mundos que siempre estuvieron cerca pero que se alejan de solo decirlos, se unen con solo escribirlos. Ese límite borroso o inexistente -o imposible- entre lo que es posible y los fantasmas, solo engrandece a los que lo perciben como un espanto que ronda, con su baile de escobas, las pieles endurecidas por el tránsito y el espasmo de lo real que no logra dejar lugar para todos los que intentan atravesar la vida con su cuerpo incómodo y fatal. La escritura salva la inercia no por prestarle a la historia su cuerpo sino por hacer posible su existencia sin espacio. Los fantasmas que pululan por entre las almas que viven en Cienfuegos o en Londres no son menos vivos ni muertos, la vida que mueve las vértebras y lleva la sangre por sus oscuros pasillos no puede ser solo un tránsito novelesco que se repite siempre después de cada nacimiento, hay algo que redime, que descorre el velo y lo vuelve a ungir para extenderlo sobre la piel irreversible… la escritura de Gala, el saxo de Harris, las manos que están escribiendo esto en otro lado, en otro tiempo.

            De alguna manera lo que quiebra en la novela no es la ruptura como modo, no son solo las palabras de las que se apropia para nombrar a los que hablan por sí mismos, sino la escritura de la nada y el todo, de las existencia la borde del exceso y el fin del abismo sin ser nunca fin,, ni exceso ni abismo; vidas que no significan por su permanencia sino por su arte y que son eternizadas a su vez, doblemente vivos-doblemente muertos, siempre artistas- por el arte de la escritura. Solo ser dichas y aparecen, ser leídas y reviven, entonces la muerte de papel los revela inexistentes y eternos.

            La sensación de no poder cambiar la trayectoria, de no querer, de no saber. Hay algo volitivo en esa nada de sus vidas que se repite cada día en cada botella, en cada vez que se sientan en la mesa del bar, en cada impuso sexual que los quita un poco de adentro del cuerpo para devolverlos a él más suaves y melancólicos. La elección de vivir para la palabra y la escritura nuclean los posibles vivos y muertos que se entrelazan en la danza macabra de la eternidad de papel, de la música de Lennon, de las pinceladas de Ricardo, de las notas de Harris. Las vidas de la novela no se bastan pero la escritura las vuelve bellas, poéticas, escribibles, inmunes al paso del tiempo que quieren extirpar en cada acorde, cada trazo, cada verso.

            El juego de las voces interiores y exteriores representadas por el cambio de tipo de letra son, además de una invitación a descubrir la profundidad del alma de los personajes, su relación con ellos mismos y con su arte; un juego de doble espacialidad: adentro y afuera del cuerpo, adentro y afuera de los ambientes y lo único que atraviesa sin unir, unta sin zurcir, es el arte y la droga o el alcohol que, como constante inherente a lo insuficiente del resultado, no logra insuflar de vida sus vidas ¿son felices? También hay algo de eso, qué es para ellos la felicidad, qué es para nosotros o para alguien; cuando Harris se va a Estados Unidos y no aguanta, de lo que se da cuenta es de que el éxito va de la mano de la esclavitud a una carrera y el arte debe ser libertad, entonces no hay caminos reales sino decisiones que tomar y eso es un dolor tan profundo que su clave de sol se esconde en las sombras de la realidad y solo puede tocar como los ángeles en el lugar en que las notas flotan libres en el aire. La pregunta que susurra sobre el final es ¿por qué? Y en ese punto la oscuridad se vuelve compleja y envuelve al lector en una dulce y profunda incertidumbre. Cada uno elige su destino y la sensación, o no lo hace nunca y entonces: - ¿llueve?

Los espacios, el de la palabra y el de la escena, el de la vida y el de la muerte, el del arte y el de la fama, son siempre hostiles y desgajados: a todos les falta lo que el otro tiene para poder completarse, entonces el arte los salva de la nada y los hunde en ella. El afuera, la belleza de la ciudad no alcanza pero ellos no padecen su destino porque es de alguna manera su leit motiv. La música que trasmuta los cuerpos, que les brinda los idílicos orgasmos por los que dan la vida -si la vida fuese solo lo que es para uno o muchos ¡qué cortedad da pensarlo! -, los aniña con la paloma blanca y los ensombrece con las rondas de excesos, pero siempre perduran impertérritos, brillantes sombras de papel, escritos al ritmo que ellos eligen danzar y con el que prefieren morir para volver a ser leídos.

 

A Ana Eichenbroner y Marcial Gala por la pasada -muy pasada- invitación este mimo tardío pero amoroso.

 





Ana Abregú.

www.metaliteratura.com.ar

Literatura latinoamericana

    Estudiante de Letras en la UBA. Profesora de Lengua y Literatura en secundarios y en el Instituto de Formación docente N59 de General Madariaga. En Madariaga, coordina un espacio cultural que incluye biblioteca y taller literario

DESTACADOS

¿Puede una IA escribir con la profundidad de un ser humano o hacer literatura?

Llevo días escuchando dos palabras como si fueran un mantra que define a la IA, conceptualmente distorsionados y desemboca en conclusiones equívocas.

Las palabras: algoritmo y probabilidad.

Algunos datos técnicos no vienen mal para acercar la comprensión sobre qué es la IA.

Imaginen tener una agenda, que tiene solapas con el alfabeto (se ven en librerías de papel), hay una búsqueda con ese criterio alfabético. Ahora, dentro de cada letra, otra agenda, de nuevo con la organización alfabética, y dentro de esta otra, y así. Para una búsqueda dentro de esta organización,  igualmente con el criterio de orden alfabético (espero estén advirtiendo la dificultad de recorridos), siempre empezando desde la A y abriéndose camino en las diferentes agendas, unas dentro de otras; un árbol de datos. Esto es un algoritmo que con la velocidad actual de los chips no parece complicado. Sumemos la predicción: la probabilidad que habiendo entrado con una letra, la próxima sea alguna determinada. Por ejemplo, entro con una consonante, hay más probabilidad que la próxima sea una vocal. Con ello empiezo una búsqueda ahorrando entrar por consonantes y con eso reduje el “camino” a 5 vocales. Es un ejemplo algo burdo, pero ilustra las dos palabras: algoritmo y probabilidad. Los algoritmos de búsqueda están muy afinados a raíz de la tecnología blockchain de las Criptos.

PERSONAJES

Florecidos miles de estallidos

Sergio Ojeda Barías, Berlín. Santiago de Chile: Mago Editores, 2024.

[Un libro de Sergio Ojeda Barías (Puerto Natales, 1965) es un acontecimiento en este siglo. De Pedazo de mundo (2000) a Tardanza del fuego (2007), Berlin es un libro introspectivo, para celebrar, para transitar entre los poemarios escritos reescribiéndolos. Este poeta chileno crea campos magnéticos en que las palabras vibran y los cuerpos también. Berlin es un libro de la esperanza, de una vida por delante, de una obra como horizonte].

La primera vez que tuve noticias de Sergio Ojeda Barías fue en 2016. Eran mis años de la avidez literaria, tenía varios cuadernos de proyectos de poemas, no conocía a nadie que publicara ni que enloqueciera con la literatura. MAGO Editores publicitaba unos talleres de poesía semanales impartidos por el referido. No recuerdo exactamente el día, pero después de la oficina, tenía esa reunión de poesía, un ese espacio vista Pio Nono (la vereda desde la que estuve mirando por más de un lustro), Piso Diez, como la altura en la que se desarrollaba, fue el nombre que Max González le dio al taller. Recuerdo a otros talleristas, Cristian y Francisco. Nunca más los volví a ver: uno parecía un buen lector de poesía y literatura chilena y el otro trabajaba como captador de clientes en una ISAPRE. Yo había tenido la experiencia de talleres en la SECH (Sociedad de Escritores de Chile), pero estaba lejos de una voz poética (¿lo sigo estando?).

 

 

DRAMATURGIA

Dichas y desdichas del juego y devoción por la virgen por Ana Abregú

El teatro es un espejo que pone delante de los hombres a la realidad, con todas sus grandezas y sus miserias

[Lope de Vega]

 

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.

[Williams Shakespeare].

 

Comedia alegórica con estructura del Siglo de oro español, y conexiones con el universo shakespereano. Comedia aurisecular escrita por Ángela de Azevedo, con la adaptación de Julieta Soria. En esta obra, el escenario se convierte en un tablero de juego donde el Demonio y la Virgen juegan con el futuro, simbolizando una batalla entre ambas fuerzas sobre el destino y la fe. La representación incluye elementos de juego y conflicto entre figuras religiosas, combinando temas de azar, fe y amor en la trama. También en contacto con El pleito del Demonio con la Virgen, de diversos autores, siendo la más común atribución a Francisco de Rojas Zorrilla (1607-1648), importante dramaturgo del Siglo de Oro español.

 

El 24 a la noche de Andrés Terigi por Ana Abregú

Dale una máscara y te dirá la verdad.

Oscar Wilde.

El formato de esta obra relaciona tradiciones desde una perspectiva panóptica. El personaje que recibe al público remite a la frase “te voy a contar una de piratas”: la obra comienza con el ingreso del primer espectador, haciendo de este personaje un mediador o “guardián” lúdico del discurso teatral, que introduce al público en un mundo de ficción cargado de significados.

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