Sobre Abregú, Ana (2022) Pentimentos, Amazon, Buenos Aires.

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Como si los relatos iniciáticos, los preceptos fabulosos cargados de certezas abstractas y sus parafernalias instructivas fueran solo un dibujo garabateado confusamente, los relatos cortos pero profundos, proliferantes de imágenes que se suceden torrenciales ante la escueta sucesión de palabras como troqueles diferentes de un mismo paisaje, intervienen el imaginario para desgastar sus aristas románticas e inasibles en espasmódicas visiones cargadas de singularidad y abismos. La asimilación y el paso de lo tangible a lo sustancial, lo que nunca va a ser solo un adagio porque pertenece -o debe, debería- al orden de lo incuestionable se transforma en finas hebras de palabras desbordadas de sugestivo ardid circulatorio.

Los fragmentos que forman -o transforman- los Pentimentos, actúan como protagonistas del baile dionisíaco de la lectura de un inicio disfrazado de eterno, como partes de un todo constituido que ha sido derramado en la historia y tamizado por entre los anaqueles de los ojos que la leen, que la padecen, que la cuentan, constituyendo piezas de una imagen mayor que todo lo abarca -como un principio y un final, como un todo o una nada que sugiere eternidades en cada palabra proyectada a abismar personas-.Los relatos que intentan reenmarcar el imaginario de las creencias en nuevas sensaciones que conmuevan la estabilidad hostil de los preceptos, pueden querer también -y lo desean abigarradamente- condensar la espuma lívida y cálida que baña la razón de saberse atravesada por siglos de cuentos eternos y ajenos, garras, banquete de cadenas, uno en todo.

Los relatos no invierten el significado tantas veces repetido por la historia de la humanidad con bronca o cinismo refractario, sino que rozan, sutiles, la carne entreverada con la vida en un intento por darle sustento empírico a lo sagrado que se esfuma pero está siempre ahí, pendiente como el aire, invadiéndolo todo entre las luchas y los roces, el amor tergiversado y el sufrimiento de descubrirque la piel acariciada por el poema es la misma tantas veces malversada, molida, aniquilada.

Las sensaciones logradas revisten, embisten, la certeza de los hechos repetidos e incomprobables que aguardan -en la superficie de la piel anhelante de los fragmentos que dicen y escatiman, que mantienen al resguardo de la inferencia la totalidad inmensa e inabarcable de años de lecturas propias y ajenas- el develamiento de su objetivo travestido en perdón y misericordia. Al borde de la privación, derramados los múltiples espectros que condensan en términos atareados la complejidad de la naturaleza y la vida, como una relectura agazapada y en secreto, avanzan las páginas entre el sabor amargo del extenso amanecer de sentidos y la escasa conjunción de verbos que den plasticidad a la dura verdad percibida. Estáticas, explosivas, sensuales, las cargadas escrituras se derraman impertérritas entre las páginas para dar cuenta que por más que los inmensos esfuerzos por ceñir los talles a las cinturas infelices de los cuerpos deambulando eternamente en la Historia, sigan lamentable e intacta, la sensibilidad acaba por derretir el morboso anhelo de emplasto aleccionador.

Con el sabor a grito en los labios erizados, Pentimentos logra reescribir las aristas de los preceptos como encrespados manojos de imágenes combinadas, singulares e intensas, para dar paso a la percepción particular, a la subjetividad concreta y única de la mirada como móvil para revisar lo real en torno a lo tantas veces repetido; abriendo -con sus relatos- un espacio de sensualidad y conmoción que intenta intervenir los preceptos de lo único como forma de mirar la Historia y la vida.

 





Ana Abregú.

www.metaliteratura.com.ar

Literatura latinoamericana

    Estudiante de Letras en la UBA. Profesora de Lengua y Literatura en secundarios y en el Instituto de Formación docente N59 de General Madariaga. En Madariaga, coordina un espacio cultural que incluye biblioteca y taller literario

DESTACADOS

¿Puede una IA escribir con la profundidad de un ser humano o hacer literatura?

Llevo días escuchando dos palabras como si fueran un mantra que define a la IA, conceptualmente distorsionados y desemboca en conclusiones equívocas.

Las palabras: algoritmo y probabilidad.

Algunos datos técnicos no vienen mal para acercar la comprensión sobre qué es la IA.

Imaginen tener una agenda, que tiene solapas con el alfabeto (se ven en librerías de papel), hay una búsqueda con ese criterio alfabético. Ahora, dentro de cada letra, otra agenda, de nuevo con la organización alfabética, y dentro de esta otra, y así. Para una búsqueda dentro de esta organización,  igualmente con el criterio de orden alfabético (espero estén advirtiendo la dificultad de recorridos), siempre empezando desde la A y abriéndose camino en las diferentes agendas, unas dentro de otras; un árbol de datos. Esto es un algoritmo que con la velocidad actual de los chips no parece complicado. Sumemos la predicción: la probabilidad que habiendo entrado con una letra, la próxima sea alguna determinada. Por ejemplo, entro con una consonante, hay más probabilidad que la próxima sea una vocal. Con ello empiezo una búsqueda ahorrando entrar por consonantes y con eso reduje el “camino” a 5 vocales. Es un ejemplo algo burdo, pero ilustra las dos palabras: algoritmo y probabilidad. Los algoritmos de búsqueda están muy afinados a raíz de la tecnología blockchain de las Criptos.

PERSONAJES

Florecidos miles de estallidos

Sergio Ojeda Barías, Berlín. Santiago de Chile: Mago Editores, 2024.

[Un libro de Sergio Ojeda Barías (Puerto Natales, 1965) es un acontecimiento en este siglo. De Pedazo de mundo (2000) a Tardanza del fuego (2007), Berlin es un libro introspectivo, para celebrar, para transitar entre los poemarios escritos reescribiéndolos. Este poeta chileno crea campos magnéticos en que las palabras vibran y los cuerpos también. Berlin es un libro de la esperanza, de una vida por delante, de una obra como horizonte].

La primera vez que tuve noticias de Sergio Ojeda Barías fue en 2016. Eran mis años de la avidez literaria, tenía varios cuadernos de proyectos de poemas, no conocía a nadie que publicara ni que enloqueciera con la literatura. MAGO Editores publicitaba unos talleres de poesía semanales impartidos por el referido. No recuerdo exactamente el día, pero después de la oficina, tenía esa reunión de poesía, un ese espacio vista Pio Nono (la vereda desde la que estuve mirando por más de un lustro), Piso Diez, como la altura en la que se desarrollaba, fue el nombre que Max González le dio al taller. Recuerdo a otros talleristas, Cristian y Francisco. Nunca más los volví a ver: uno parecía un buen lector de poesía y literatura chilena y el otro trabajaba como captador de clientes en una ISAPRE. Yo había tenido la experiencia de talleres en la SECH (Sociedad de Escritores de Chile), pero estaba lejos de una voz poética (¿lo sigo estando?).

 

 

DRAMATURGIA

Dichas y desdichas del juego y devoción por la virgen por Ana Abregú

El teatro es un espejo que pone delante de los hombres a la realidad, con todas sus grandezas y sus miserias

[Lope de Vega]

 

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.

[Williams Shakespeare].

 

Comedia alegórica con estructura del Siglo de oro español, y conexiones con el universo shakespereano. Comedia aurisecular escrita por Ángela de Azevedo, con la adaptación de Julieta Soria. En esta obra, el escenario se convierte en un tablero de juego donde el Demonio y la Virgen juegan con el futuro, simbolizando una batalla entre ambas fuerzas sobre el destino y la fe. La representación incluye elementos de juego y conflicto entre figuras religiosas, combinando temas de azar, fe y amor en la trama. También en contacto con El pleito del Demonio con la Virgen, de diversos autores, siendo la más común atribución a Francisco de Rojas Zorrilla (1607-1648), importante dramaturgo del Siglo de Oro español.

 

El 24 a la noche de Andrés Terigi por Ana Abregú

Dale una máscara y te dirá la verdad.

Oscar Wilde.

El formato de esta obra relaciona tradiciones desde una perspectiva panóptica. El personaje que recibe al público remite a la frase “te voy a contar una de piratas”: la obra comienza con el ingreso del primer espectador, haciendo de este personaje un mediador o “guardián” lúdico del discurso teatral, que introduce al público en un mundo de ficción cargado de significados.

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