
En el libro La clase de griego, Han Kang –ganadora reciente del premio Nobel de literatura–, hace referencias a Jorge Luis Borges. El primer párrafo comienza con la anécdota de la frase que le pidió a su esposa que hiciera grabar en su lápida: “Él tomó su espada y colocó el metal desnudo entre los dos.”, que pertenece a un poema épico nórdico. La interpretación que hace la autora de aquella elección tiene que ver con la sabida ceguera que afectó al escritor las últimas décadas de su vida.
Páginas más adelante, la voz narradora explica que eligió la conferencia que dio Borges sobre el budismo como uno de los libros para llevarse cuando su madre le dijo que la familia dejaría su Corea natal para instalarse en Alemania. Ella creyó que un texto sobre esa temática escrito por la pluma de un autor occidental que “tratara de cuestiones básicas y me sirviera como introducción al budismo.” –si bien después lo sintió un poco básico y lo dejó en pos de otros que trataban el tema con mayor profundidad–proponía una notable sensación de protección que experimentaba la narradora coreana con esas páginas y ese autor, seguramente apoyada en la ascendencia japonesa de su esposa y su conocido interés en el mundo oriental, que la llevó a usarlo de escudo ante un cambio tan drástico de geografía y cultura. Es sabido que las lecturas, al decir entre otros, de Ricardo Piglia, tienen un sentido en sí mismas por su contenido y en su contexto, uno de los cuales claramente es su autor. No nos predisponemos de la misma manera a leer a uno o a otra; además de la ligazón afectiva que tenemos con los libros según el momento de nuestra vida.
La conferencia sobre el budismo está incluida en el libro Siete noches publicado en 1980 y son las transcripciones que realizó el profesor Roy Bartholomew de las conferencias que Borges dio en el Teatro Coliseo de Buenos Aires en 1977. Fueron revisadas minuciosamente por el autor que las consideró “su testamento”.
Tengo el texto de Siete noches: están subrayadas; con tapas de cartulina hechas a mano. Así llegaron a mis manos de una manera mágica, igual a la magia que crea ese texto. Un anciano, amigo de Borges, se lo dio a un conocido circunstancial que comentó que «tenía una amiga muy fan». Lo imagino esperanzado en dejarlo en buenas manos antes de irse y me gustaría que supiera, donde esté, que, humildemente, así fue.
Volví a la conferencia sobre el budismo y disfruté cada frase: “No se trata de comprender, se trata de sentirlo en cuerpo y alma. Salvo, también que el budismo no admite la realidad del cuerpo ni del alma.” Cuando comenta sobre la historia de Buddha, que es mitológica y hermosa, cuenta el episodio de cuando derrota al demonio, a Mara, y recuerda el término inglés para pesadilla: “nightmare”, “demonio de la noche”.
Las múltiples estatuas que representan a Buda desafiando a Mara lo hacen en postura de yoga, con las piernas cruzadas, la mano izquierda en el regazo, la palma hacia arriba y la mano derecha sobre la rodilla derecha. Los dedos de su mano derecha tocan la tierra, para llamar a la tierra como testigo para desafiar a Mara y lograr la iluminación.
Borges termina la conferencia hablando del Nirvana y, con su acostumbrada humildad, cierra de esta manera: “Es la religión más difundida del mundo y creo haberla tratado con todo respeto al exponerla esta noche.”
La influencia de J.L. Borges es notable en las últimas décadas del siglo pasado y lo que lleva el actual. La coreana Han Kang, prácticamente desconocida hasta su consagración en Estocolmo 2024, nos trae de vuelta a ese amigo del que encontraremos siempre algún texto que nos brinde compañía en tiempos o lugares hostiles.
Médica, lectora fanática desde la infancia, curiosa de las vidas, anécdotas, fantasías y pensamientos ajenos. Publicó varios libros, se encuentran en librerías.