Ariel Luppino y Silvana López.[1]
S.L. Tu texto reúne un conjunto de provocaciones que reabren el debate en torno de cómo se constituye un canon y un contracanon, en el espacio literario argentino, ¿podrías ampliar esa idea de “canon espejado” con la que inicias tu lectura?
A.L. Creo que nos guste o no, Aira y Saer ocupan un lugar central en la literatura argentina: hoy en día son el canon. Eso es tan evidente que cualquiera puede verlo. Sin embargo, hay otros escritores que estaban en lugares marginales, como desterrados, pero el peso de sus obras fue corriendo los márgenes hacia el centro. Cumplieron con la premisa de Libertella de volverse centrales a fuerza de ser periféricos. Ese es el canon espejado que a mí tanto me interesa. Y esos escritores son Osvaldo Lamborghini y Alberto Laiseca.
S.L. Cuando articulas la relación entre literatura y mercado, sus posibles genealogías (realismo sucio norteamericano, gótico inglés) también, la tensión entre literatura argentina y las editoriales multinacionales, señalas que la literatura argentina “está escrita en traducción” ¿en qué literatura estás pensando, en qué escritores, cómo sostenes esa hipótesis?
A.L. Pienso en Mariana Enríquez que traduce –en tanto traslada- el terror urbano norteamericano(aunque podría llamarlo “cotidiano”, el terror que inventó de punta a punta King, después de que Shirley Jackson le allanara el camino) y el gótico inglés, y funda una tradición imaginaria, que en retrospectiva implica una relectura de Quiroga, Cortázar y Pizarnik. Pienso en Samantha Schweblin que escribe sin marcas regionales, en estado de traducción, e inscribe su obra dentro del realismo sucio norteamericano (Cheever, Carver) y de esa manera encuentra en el exterior un marco de recepción acorde para su obra. Pienso en Selva Almada que es como una traductora de Flanery O’Connor que leyó a Juan L. Ortiz mejor que nadie. Pienso en Ariana Harwicz que escribe en un castellano medio afrancesado, casi como una turista de las lenguas. ¿Hace falta que siga? Pienso en todas esas escritoras que leo con muchísima atención, pero también pienso en Carlos Busqued que escribe entrevistas o guiones de cine que parecen dictados por el Google Translate. Y pienso en los libros de Sábato que funcionan en otros países por el mérito de sus traductores, que están condenados a mejorarlo. Quizás deberíamos traducir una traducción francesa de Sábato para volverlo legible. Traducir la obra de Chitarroni al castellano quedará para otra ocasión.
S.L. Es atinado tu llamado de atención sobre cómo circulan los textos literarios en el espacio académico y en el de los medios culturales ¿acaso ese derrotero de los textos no es histórico, acaso... allí no se inscribe la maníaca constitución de los cánones?
A.L. Sí. Pero creo que el canon es una construcción histórica y por eso mismo puede discutirse y replantearse. No ocuparse del canon es una postura literariamente ingenua y políticamente peligrosa. Parafraseando a Perón: Si vos no hacés el canon, el canon te lo hace otro. En ese sentido, me parece interesante que haya discusiones al respecto. Para poner las cosas en contexto, para mí los feminismos deberían ser parte de este debate. Aunque, por otra parte, entiendo que los feminismos tienen cosas más importantes que hacer que ponerse a hablar de literatura: algo que parece importarle a muy pocos escritores (la literatura, digo). Porque es cierto que la cultura heteropatriarcal no leyó e invisibilizó a las escritoras durante muchísimo tiempo. Pongo por caso, Sara Gallardo, Silvina Ocampo y Libertad Demitrópulos. Porque exaltar a Alfonsina Storni sería perder la batalla de antemano. Sin embargo, no creo que ninguna de las escritoras que nombré antes tenga una obra (o lo que a mí me interesa más, un proyecto) que pueda sacar del centro a Saer y Aira. Mala suerte. Digo, que quizás este sea un juego en el que no se tienen las mejores cartas (o las cartas ya estén marcadas) pero hay que jugar igual, porque el canon también puede deconstruirse. Y pienso en María Moreno como una posibilidad para abrir aun más este debate. De la misma manera, creo que los poetas argentinos (no todos, pero al que le quepa la horca que se la ponga) tienen que dejar de mirar a los 90 con nostalgia, como si fueran los menemistas de las letras. Siempre recuerdo una cita de Gombrowicz: “¿Por qué, entonces, los poetas huyen ante el choque salvador? Ah, porque carecen de medios, de actitud, de estilo para afrontarlo. ¿Y por qué les faltan estos medios? Ah, porque eluden el choque...” Y después de citarlo, sonrío.
S.L. Contra el realismo, entre otras de las operaciones que lees en esas novelas ¿Tadeys y Los sorias interpelan con sus maniobras, las lógicas de representación, de poder, de mercado, de las arbitrariedades del canon, no?
A.L. Sin dudas. Pero lo primero que yo encuentro en esas novelas es una apuesta por lo novelesco. Esto es para mí lo que diferencia a una novela de una biografía o autobiografía encubierta, aunque después ambas sean promocionadas y vendidas como novelas porque la novela tiene más prestigio. Esas son las astucias del mercado que cuentan con la complicidad de los oportunistas. Una novela de no ficción es un oxímoron, como la literatura del yo. En ese sentido, Los sorias y Tadeys tampoco constituyen una literatura de ideas. No dan cuenta de los discursos de las almas bellas ni buscan la empatía del lector, y esa es una forma de no subestimarlo, pero también es un don. Hoy se escriben novelas que atrasan décadas: novelas de tesis, novelas realistas (el genero anti-novelesco por antonomasia), novelas con uno o dos temas de agenda, y así siguiendo. Nada nuevo bajo al sol. Quizás por eso se me ocurrió que podíamos leer Los sorias y Tadeys.
S.L. A qué te referís cuando afirmas que la narrativa argentina “nunca salió de los 80”?
A.L. Hay dos corrientes predominantes en la literatura argentina: la aireana y la saeriana. La mayoría de las novelas aireanas paradójicamente no están escritas por Aira, más allá de que sea un escritor prolífico. Aira logró la continuación de su obra por otros medios, por otros escritores. De más está decir que el hecho de que sigan apareciendo novelas saerianas no se explica por la producción póstuma de Saer. Los aireanos copian los procedimientos y los saerianos copian la sintaxis, pero la poética les resulta inasible a unos y otros por igual. Por eso sigo prefiriendo las novelas de Saer y Aira. En los originales todavía encuentro diferencias, en cambio, en las novelas de sus continuadores sólo veo repetición. Por eso digo que la narrativa argentina quedó estancada en los 80, porque hoy se repite como farsa. Lo que otros llaman “literatura argentina contemporánea” a mí me parece una estafa. Mientras tanto Saer está muerto y Aira juega al ajedrez.
S.L. Qué escritores y qué textos se inscriben en esa lógica?
A.L. Ronsino es un hijo putativo de Saer ¿no? Casi un epígono. Todas sus novelas son saerianas. Pero también podría ubicar Las carnes se asan al aire libre de Oscar Taborda en esa tradición. En cuanto a la corriente aireana, pienso en Ávalos Blacha, Magnus y Katchadjian. Pero también podría agregar a Bizzio, que es como un copista chino de Aira, que no es del todo fiel y a veces lo mejora un poco. Pero que cada quién se ubique donde se sienta más cómodo. No me interesa pelearme con nadie.
S.L. ¿Cómo lees ese diálogo que articulas entre Tadeys y Aira, por una parte, y con Petrarca, Dante, Bocaccio, por otra? entre Los sorias y Macedonio, por un lado, y con Heródoto y Tito Livio, por otro?
A.L. Tadeys siempre me dio la impresión de que fue escrita por uno de esos sabios humanistas. O por el Bosco. La teología no aparece como un elemento distante y jerarquizado como en Borges, y ese desenfado es una novedad. Los sorias, en cambio, parece escrita por uno de esos historiadores romanos o griegos de la Antigüedad. Pero también por un Rabelais bañado en ácido lisérgico. Y sin embargo, no son novelas anacrónicas sino todo lo contrario: son novelas futuras, quizás del siglo XXII. Quizás por eso mismo no podemos terminar de leerlas. Es como si una parte permaneciera ilegible frente a nuestros ojos.
S.L. Como lector de Libertella, sorprende que elijas la tesis de Viñas para señalar el comienzo de la literatura argentina, el de comenzar con una violación. Libertella piensa una “biblioteca”, una “librería”, una compra y venta de libros para leer, traducir y reescribir... ¿se establece allí la relación entre “El matadero” como primer texto, encontrado al azar y de fecha incierta, con tu afirmación “la literatura argentina no existe”?
A.L. Es una pregunta muy difícil. Pero entiendo a dónde vas. Lo que de interpretación tiene tu pregunta es algo que yo no voy a explicar porque vos ya lo entendiste a la perfección: si no fuera así, seguramente te hubiese molestado esa frase como a todos aquellos que no terminan de entenderla. Y estoy de acuerdo con lo que señalás. Pero me parece que la serie de los libros se encuentra con la serie de los cuerpos como en una novela de Gombrowicz y ese es un encuentro feliz. No lo pienso escindido ni contrapuesto, sino como una comunión inesperada. Al comienzo está esa biblioteca, pero esa biblioteca es en sí misma una violación.
S.L. Si Tadeys realiza una “perversión” y Los sorias apela a una “orgía del conocimiento” ¿qué otras operaciones hacen los textos para desocultar, como señalas en tu lectura, “la literatura misma”?
A.L. Lo primero que encuentro en Tadeys y Los Sorias es una espectacularidad sin efectos especiales, y eso es para mí la literatura. Pero también encuentro un sinfín de puntos de fugas. La posibilidad de escapar a las fuerzas reactivas del establishment literario que quiere perpetuarse en la mismidad.
S.L. Retomo la última línea de tu texto, “puede la literatura argentina empezar de nuevo”? Esta pregunta es una provocación ¿qué es lo que estás pensando al hacerla?
A.L. No lo veo como una provocación. Pero yo no dejo de hacerme esa pregunta una y otra vez. Y para mí la respuesta siempre es afirmativa.
S.L. ¿Qué implicaciones tienen estas dos novelas en tu escritura?
A.L. Son una gran fuente de inspiración. Es muy importante para la literatura de un país que haya dos novelas como Los Sorias y Tadeys. Y yo no puedo menos que celebrarlo.
S.L. ¿Cómo se conforma tu canon? Tadeys y Los sorias con qué otros textos comparten una serie?
SL. Yo creo que lo más interesante de estas dos novelas es que no pueden ponerse en serie: son novelas únicas. No puede ponerse ni siquiera una al lado de la otra, y por eso yo las tengo separadas en mi biblioteca, arriba de todas las demás.
S.L. La literatura argentina ¿no existe?
A.L. Digamos que Lamborghini y Laiseca son fantasmas, pero son fantasmas que están vivos. ¿O por qué estamos hablando de ellos?
Buenos Aires, agosto 2019.
Se puede leer el texto de Ariel Luppino en el sitio de Club Hem Editores.
[1] Silvana López se doctoró en Letras por la Universidad de Buenos Aires, con su tesis "Huella, transformación y fantasma en la escritura de Héctor Libertella. Entre la biblioteca y el porvenir". Es especialista en literatura argentina y latinoamericana e investigadora del Instituto de Literatura Hispanoamericana (FFyL-UBA).
Ana Abregú.
www.metaliteratura.com.ar
Literatura latinoamericana
|