Asimismo se interesa por la idea del tiempo expresada por el creador catalán de Figueres, incidiendo en la capacidad de digerir el paso de los segundos, la transmisión de conocimientos y la sucesión de acontecimientos. Hay, también, un apartado dedicado a Gala, la musa, la mujer internacional, símbolo poético, eje del discurso, objeto de buena parte de la declaración surreal. Por otra parte muestra en un plano destacado a los relojes blandos, su fama de ‘voyeur’, el culto a la ciencia, la presencia de hormigas, su pasión gastronómica, la afición sensual por la catarsis de la belleza, Leda atómica, el paraíso perdido de lo simbólico, la fragancia del dólar, la persistencia del cromatismo y la idiosincrasia del dibujo.
Felipe Alarcón, crea una obra fundada en el color, en la experimentación simbolista, en la que incardina un discurso de carácter surreal, aunque expresionista en las formas, en el que la catarsis de imágenes se suceden, bien sean dibujadas, pintadas, incorporadas a través de collages formados por fotografías y recortes de prensa, imágenes de revistas fragmentadas y por porciones de sus propios dibujos.
Posee una predisposición hacia la implicación de la materia a partir de la unión de diferentes disciplinas –dibujo, pintura y fotografía- sobre tela, a partir de la cual ‘pinta’ sobre la propia fragmentación visual de las fotos empleadas y del conjunto de temáticas que incorporan sus collages.
Emplea la superposición para acentuar expresivamente el color por zonas, organizando una composición dentro de otra composición más general, a modo de imagen que sobresale o de gesto dentro de la superficie de lo pintado.
‘Serie Dalí’ muestra una preponderancia de fotografías del maestro, especialmente de su cara y bigote, resaltando sus ojos profundos, negros e inquietos, cuyo tamaño parece ser mucho más grande que el que tienen. Exhibe a Dalí, como maestro, genio pintor de altos vuelos, de zancada imprevista, quien con el método paranoico-crítico viaja a través de los conceptos, para asentarse en las nubes del desarrollo, dirigiéndose hacia la elegancia de lo sublime, que está por encima de lo cotidiano, para constituirse en paradoja de sí mismo.
Felipe es un expresionista surrealista, que en series como ‘Crónicas Milenarias’ emplea el método autocrítico-automático, en contraposición o emulando el paranoico-crítico de Dalí, para desarrollar todo su universo de imágenes e iconismos, basado en el reloj, en la máquina de medir el tiempo, en la necesidad de comprender, saciarse de saber, vivir hasta extenuarse, porque solo se vive una vez. En este sentido se muestra preocupado por saborear la existencia minuto a minuto, segundo a segundo, buscando instantes, intentando expresar en cada momento su densidad vitalista, su orientación más pro-biológica, que no visceral, sino pro-conocimiento.
La existencia es fuente de saber y todo lo que conocemos está presente, lo que pasa que hay que saber leer las claves de acceso. De ahí que su obra se muestre siempre claramente comprometida con la dinámica del hoy, a partir de plasmar la gran fuerza que encierra la propia realidad.
Esta declaración visual de principios del pintor cubano se vuelve a repetir en otras series temáticas como, por ejemplo, en el ’11-M’ o ‘Crónicas del Terror’, en la que realiza un homenaje a las víctimas pero también a la sociedad que soporta el cruel atentado. El collage es una constante en su creación, porque surge del sentir popular, al igual que los graffiti, expresión espontánea de quienes desean expresar su dolor.
En la manifestación multitudinaria de repulsa al 11-M surgen distintas manifestaciones de arte popular, de expresión de sentimientos plasmados en diversos soportes, que luego el creador cubano recicla e incorpora en su obra pictórica.
Actúa como cronista de su época, de auténtico notario que expresa el alcance de la acción de la realidad en su universo imaginario. Es un artista que bebe de las fuentes directas de la sociedad, de la noticia, del instante preciso, recopilando informaciones visuales e intelectuales para, acto seguido, transformarlas en torrentes plásticos de expresividad compleja o no. Incluso llega más allá, dado que emplea fragmentos de noticias, retratos y fotografías publicadas para dar mayor consistencia a su interpretación de las temáticas objeto de su interés.
Su posición parte de un universo personal, basado en la catarsis, en el desfogue directo, en el dejar fluir para luego plasmar cual torrente sus ideas, que son explosivas, que poseen una cierta predisposición marcada por la ironía.
En ‘Serie Dalí’, destaca el respeto que tiene por el legado y la obra del pintor de Cadaqués, desgranando cada una de sus obsesiones más significativas, mostrando su visión del mundo, centrando su obra en sí mismo, de ahí que incorpore su fotografía personal al lado de la del genio de Port-Lligat.
Mientras Dalí viaja, se interesa por la ciencia y el arte universal, conecta con los personajes que deciden en todos los ámbitos en su época, Felipe se alimenta de los mass-media, Internet, cine, teatro, la política y los libros.
Amante de los relojes, como objeto funcional pero también respetando su diseño, opina que el tiempo es fundamental e inviolable, considerándolo juez y parte de una humanidad que evoluciona con paso firme cuyas acciones son irrepetibles; mientras que Dalí, en los relojes blandos relativiza el concepto del paso del tiempo, en el sentido de afirmarse como creador más allá de las circunstancias.
Otro factor importante tratado en esta serie por el artista cubano es el uso de la gastronomía y sus elementos en la composición. Es una constante en Dalí, -recordemos la cesta de pan, las chuletas en el hombro del hombre sin rostro-, mientras que Felipe Alarcón compone un retrato del creador universal con frutas tropicales. Todo es valido para expresar las inquietudes artísticas, no importa si son ‘elementos pobres’ o bien materiales puramente plásticos. En este sentido Felipe vierte toda su fuerza aglutinando cual torrente enrabiado una pléyade de fotos, pintura, dibujo, recortes de prensa, iconismos que forman una espiral en forma de mosaico, de mural en el que se puede leer, sorteando los laberintos, su cúmulo de intenciones.
Su obra se nutre de disparos, fogonazos, señales de humo y de banderas ondeadas al viento por quien sabe distinguir las diferentes tribus que conforman la vida en el salvaje Oeste. No hay instante para concesiones, sino una declaración de principios, sin tapujos y sin matices. |